JOSÉ LORENZO, redactor jefe de Vida Nueva
“Puesta de largo en París del Patio de los Gentiles a cargo del cardenal Gianfranco Ravasi (…). En España esta valiente iniciativa impulsada con ahínco por Benedicto XVI tendrá que esperar todavía un tiempo, a pesar de lo necesitados que andamos por estos pagos de una buena charla sin apriorismos, en la que nos dejemos interpelar por el otro”
Puesta de largo en París del Patio de los Gentiles a cargo del cardenal Gianfranco Ravasi, ya saben, ese desacomplejado empeño por entrar en diálogo con los no creyentes en un momento de la historia en el que el intercambio de ideas está siendo sulfatado con fundamentalismo, ya sea religioso o ateo.
Uno de los marcos elegidos para el encuentro, en el pleno significado de la palabra, es la reputada Universidad de La Sorbona. En España, cuna de la primera universidad de Europa reconocida como tal, esta valiente iniciativa impulsada con ahínco por Benedicto XVI tendrá que esperar todavía un tiempo, a pesar de lo necesitados que andamos por estos pagos de una buena charla sin apriorismos, en la que nos dejemos interpelar por el otro.
Desgraciadamente, y valga como síntoma, en nuestro país tan solo estamos en condiciones, en el ámbito de la universidad pública, de ofrecer misas de desagravio como la que acaba de celebrarse en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid tras la pantomima cutre e irreverente de un grupo de jovencitas liberadas y liberadoras. Y aunque esta bufonada se inscriba dentro de esa forma de ateísmo contemporáneo “más agresivo y sarcástico”, que diría Ravasi, que necesita también de “nuevas iniciativas” para ser abordada desde el diálogo, sorprende que el único debate que parece generar es el de la pertinencia o no de centros de culto en los campus públicos o si tales actos se producirían estando tal o cual rector al frente.
Preguntarse por los motivos de tanta inquina a tan tierna edad, por la persistencia de tanta ignorancia cuando ya se gasta carné universitario o por la reactivación, cada vez más frecuente, de ese anticlericalismo que habita nuestra subcultura política debiera ser objeto de reflexión en diócesis, claustros y ministerios.
Mientras tanto, unas y otros, por su falta de voluntad para el encuentro, por levantar mutuamente muros de contención, por no saber explicar que religión y democracia no son contradictorias, siguen dando razones a la sinrazón de los nuevos bárbaros.
En el nº 2.747 de Vida Nueva.