Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Detonar la resiliencia


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Nos encontramos nuevamente ante una tercera ola de contagios por Covid-19 en México, que nos transmite una sensación desesperada por encontrar la luz al final del túnel. Con nuevas variantes, con la vacunación a cuestas y el hartazgo social por los efectos colaterales de una pandemia mal manejada, la cohesión social se encuentra en ruta de altibajos. Nos damos cuenta que algo se tambalea, sin más puede ser nuestra vida, nuestra estabilidad económica, nuestras conexiones sociales, nuestra fe.



Hoy más que nunca hemos empezado a preguntarnos más  y más por “la resiliencia”. Entendida como la capacidad del ser humano de enfrentar y sobreponerse a situaciones adversas, sean estas situaciones de riesgo, pérdidas, daño recibido, pobreza extrema, maltrato o circunstancias excesivamente estresantes. Sin duda, la pandemia ha representado un riesgo colectivo para el que no estábamos preparados y el cuál ha terminado por acentuar las marcadas desigualdades pre existentes. Una gran lección ha sido que, quienes tienen mayor capacidad de adaptarse y sobreponerse son las personas que están siendo más resilientes a los embates de las crisis contemporáneas como la del Covid-19.

abeja

La resiliencia se ha extendido del ámbito individual, al ámbito familiar y comunitario. ¿Qué hace que una familia o comunidad pueda reponerse a las tragedias colectivas, llámese una grave violación a sus derechos humanos, un huracán o un sismo, hasta una crisis sanitaria?

Fortalecerse y cohesionarse en colectivo

Y es que la resiliencia a nivel comunitario y familiar implica la capacidad de fortalecerse y cohesionarse en colectivo para reorganizarse y reponerse a un shock. Esta capacidad se compone de varias cosas, la suma de liderazgos colectivos, la voluntad de cooperar entre vecino/as, las contribuciones solidarias, entre otras. No existen recetas únicas, la resiliencia se genera en un contexto determinado pero tiene que ver con factores de identidad colectivos y convicciones compartidas.

Encontrarnos en un templo o en nuestra comunidad para compartir nuestras ideas, orar juntos. Tiempo para estar en familia, afianzar los lazos de amistad. Todas estas son expresiones muy sencillas que nos generan un sentido colectivo de pertenencia e identidad. Me gusta pensar la resiliencia como un jardín que florece a pesar de las adversidades, en el que hay abejas polinizadoras que inyectan la emergencia necesaria en el momento indicado. Al final todo el jardín florece y se convierte en una obra colectiva, así se detona la resiliencia.

Sin duda, los próximos meses construir “resiliencia” habrá de ser una prioridad  individual para sobreponernos a los efectos de la salud mental. También lo será en nuestra familia y comunidad. Tenemos cielo abierto en este jardín que necesita florecer.