Hace doscientos años, el 14 de noviembre de 1817, en la Plaza Mayor de Santafé de Bogotá fue fusilada Policarpa Salvarrieta. Tenía 21 años y había nacido en la Villa de Guaduas, a mitad de camino entre Santafé, capital del virreinato del Nuevo Reino de Granada, y el río Magdalena, paso obligado –Guaduas y el río– para los viajeros que llegaban de las costas americanas o europeas o hacia ellas se dirigían.
También por la Villa de Guaduas circulaban anhelos de libertad que encontraron eco en la joven Policarpa, a quien llamaban La Pola. Y comprometida con la causa patriota se fue a la capital a prestar servicio en la lucha por conseguir la libertad del régimen español.
Dan cuenta las crónicas de su eficiente colaboración llevando mensajes y consignas entre los cabecillas de la revolución que, por obvias razones, estaban en la mira de las autoridades españolas. Que los descubrieron y también descubrieron a la joven y, como sediciosa, fue encarcelada y conducida al cadalso con otros ocho patriotas, civiles y soldados. Todos hombres.
Por eso su grito antes de entregar su vida por la libertad debió resonar en las calles de la ciudad y sigue resonando en nuestra patria: “¡Pueblo indolente! (…) Ved que aunque mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. Y no olvidéis este ejemplo”.
Desde esta “Mirada de mujer” semanal –y de mujer colombiana– no podía pasar desapercibida la conmemoración del bicentenario del sacrificio de nuestra heroína nacional, reconocida por la historia como símbolo de la lucha por la libertad y, más recientemente, como símbolo de una nueva presencia de las mujeres en la sociedad con la declaración del 14 de noviembre como “Día de la mujer”.