Esta noche he dormido muy mal. Recibí a última hora fotografías del estado de algunos centros de personas sin hogar. Es tan doloroso, que necesito tiempo para poder escribir sin indignación. Hay muchas cosas que nos surgen durante el día, sentimientos, pensamientos. Llegan noticias que nos hacen pensar. Miro por la ventana mi barrio de bosque y ladrillo. Veo los mirlos, que no paran. Parece que se hubieran organizado como un cuerpo de voluntarios para cantarnos durante todo el día y darnos ánimos a los humanos. Los mirlos aplauden todo el día, nosotros a las ocho.
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Nunca habíamos visto tanto por las ventanas desde que éramos niños y permanecíamos asomados largos ratos mirando los pájaros, los gatos, la calle, los vecinos. Los cristales de mi piso en Manoteras –Madrid– están absolutamente transparentes. Mi hija Clara se ha propuesto que todas las ventanas de la casa estén limpias, para que el Sol entre entero. Estos días son fríos en Madrid. Ha llovido también algunos días. Abro la ventana del salón a primera hora de la mañana, pero pronto debo cerrar. Estos días vemos el mundo a través de nuestras ventanas. Claro, también a través de las pantallas. Por cierto, que la de este ordenador necesita un paño. Disculpadme, ahora vuelvo…
Ya está. Mientras limpiaba pensaba que estos días de confinamiento son vivir en un batiscafo en el que tenemos ventanas y pantallas para ver el exterior. Y además la realidad nos ha llevado a las profundidades. Vemos nuestra familia en profundidad, en una convivencia intensa en la que sale de todo.
En nuestro caso, la convivencia es bastante buena. Hubo un par de ladridos los dos primeros días, pero luego está yendo como la seda. Incluso mejor que normalmente. Es tal la gravedad de lo que ocurre fuera, que nuestras cosas se minimizan, pierden importancia. Si alguna familia siente que sus problemas internos se le hacen grandes y pesados, que se ponga ante a televisión y contemple junta –es importante hacerlo juntos– los hospitales, las familias que pierden seres queridos, el mazazo de la pandemia en los países más empobrecidos… Todo cobrará otra dimensión. Sabremos que los roces no son nada al lado del amor que nos debe unir. Ante esta pandemia tenemos que convivir más unidos que nunca en casa.
Monólogo interior
Desde el batiscafo vemos con mayor profundidad a nuestro vecindario, al barrio, a los mirlos y los árboles, a mi ciprés y mi pino, a lo que ocurre en el mundo, a cada mensaje que nos llega. El batiscafo también se comunica por teléfono. Llamamos y escuchamos por esa fibra de vidrio, que también podemos imaginar como una suerte de cristal que atraviesa la voz… Menos mal que están limpios los cristales.
En realidad, todo el tiempo cada uno ve a través de sí mismo. A veces somos como aquel superhéroe de Marvel llamado Silver Surfer, que tiene toda su piel de espejo. Desde dentro solo se ve a sí mismo. Todo le refleja a él mismo. Está continuamente encerrado en su monólogo interior.
A veces, confieso, que llevo la luna del coche desastrada, hasta que debo parar y limpiarla para poder ver bien. Se va sumando el polvo, la polución de la ciudad, el polen, gotas de lluvia que ensucian más que limpian… Lo bueno es cada día examinar los cristales del coche y limpiar. A veces las prisas te pueden, hasta que ya un día tienes que parar y limpiar bien los cristales para poder ver. Bueno, pues esta pandemia nos ha parado. Hay tiempo para limpiar las ventanas, las pantallas, nuestro propio interior desde el que vemos la realidad.
Vemos a través de nuestra vida. A veces, como las lunas del coche, la vida se nos llena de preocupaciones o chorradas superficiales, chismes o nos llueven actividades que no resuelven, sino que ensucian. A veces hay partes que se nos hacen espejo, no son cristal. Invito hoy a mirar las ventanas de nuestra casa, ese batiscafo donde estamos confinados por protegernos y proteger a los demás. ¿Están limpias las ventanas?
¿Estamos nosotros mismos limpios para mirar con libertad y transparencia la realidad, para que nos llegue con toda su profundidad y color, que nada realmente importante quede tapado? Quedan muchos días de cuarentena, limpiemos nuestras ventanas, examinemos nuestra vida personal a través de la que vemos el mundo y limpiemos bien, que seamos limpios de mirada, que seamos libres para mirar, que podamos ver. ¿Qué haría más limpio nuestro cristal?