¿Qué tiene que pasar para que Europa se solidarice? ¿Cuántos tenemos que morir para que Europa se mueva? ¿Cuánta gente tiene que quedarse sin respirador para dárselo a otro? ¿Cuántos féretros tenemos que apilar sin poder enterrar?
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Europa está herida, ¿dónde está su alma? No queremos la Europa de los sillones, sino la Europa de los Balcones. Ahí, en el espíritu de la gente que sale cada día agradecida a los balcones y los que arriesgan su vida por los demás está el alma de Europa.
El 17 de enero de 2007, la canciller alemana Angela Merkel pronunció un discurso histórico ante el Parlamento Europeo en el que dijo sus famosas palabras “Debemos dar un alma a Europa; debemos encontrar el alma europea”. Europa había perdido su alma y, obviamente, todavía no la ha encontrado. Probablemente, tenga el corazón más duro.
La crisis de refugiados
En ese año 2007 comenzaba la gran crisis migratoria que acabaría llevando a decenas de miles de refugiados a las puertas de Europa. Nos traería la imagen del papa Francisco ante los africanos supervivientes de naufragios en Lampedusa; la solidaridad de los marineros y vecinos de la isla de Lesbos que hospedaron y alimentaron a los migrantes; la diáspora de campos de refugiados por Europa –Moria, Samos, Chios, Kos…–; los grandes naufragios –la barca de 700 ahogados al golpearles el buque King Jacob en 2015 y tantas embarcaciones también sin nombre–; y, sobre todo, el niño de 3 años Aylan Kurdi, que sacudió y sigue golpeando nuestra conciencia europea. Aquella foto de Aylan naufragado y ahogado, tirado boca abajo sobre la arena de una playa de Bodrum, Turquía, sigue en nuestras mentes como un escándalo, una provocación, una pregunta. Nos preguntamos una y otra vez, ¿dónde tiene el alma Europa? ¿Tiene aún corazón? ¿Tenemos corazón?
La gran estafa y recesión
Merkel preguntaba por el alma de Europa un año antes de que se desatara la brutal crisis económica global causada por la estafa financiera que permitió Estados Unidos inundando de activos tóxicos todo Occidente. En agosto de 2007, estalló la burbuja financiera creada por las hipotecas subprime y en marzo de 2008, el virus financiero provocó el hundimiento del banco de inversión Bear Stearns en Nueva York. En septiembre de 2008 quebró Lehman Brothers.
Sus consecuencias fueron la destrucción masiva de empresas y bancos, altas tasas de desempleo, recortes drásticos en servicios públicos, crisis institucionales, polarizaciones extremas, guerras comerciales, aumento de los suicidios en todo el mundo, incremento de la desigualdad y de la pobreza, depresión social y cultural. Europa se dividió estigmatizando a los países del Sur –a los que llaman significativamente los PIGS–, subió la ultraderecha en todo el planeta tomando el timón de varios países de gran importancia y el secesionismo y divisiones se multiplicaron culminando en el Brexit. De nuevo, nos preguntamos, ¿tiene alma Europa?
El aullido populista
El alma de Europa se mostró en los cientos de miles de carteles y banderas que agitaron los ciudadanos con el Refugees Welcome y en los centenares de hogares que les acogieron hospitalariamente. Frente a ello y la crisis de refugiados y migrantes, los populismos surgieron y crecieron hasta ponerse al frente de países y lanzaron discursos xenófobos, eurófugos, nacionalistas y agresivos.
Han gobernado o son el partido principal en el Reino Unido de Farage y Boris Johnson, la Italia de Salvini, la Hungría de Orbán, la Polonia de Kaczynski, con el Foro para la Democracia en Holanda, el Partido de la Libertad en Austria. Tiene una fuerza significativa en Francia (Agrupación Nacional de Marine Le Pen, 25%), Suiza (Partido del Pueblo Suizo, 30%), Flandes (Vlaams Belanb, 27%), Dinamarca (Partido Popular Danés, 21%), Suecia (Demócratas Suecos, 18%), Finlandia (17%), España (Vox, 15%), Alemania (Alternativa para Alemania, 13%). ¿Europa tiene alma o un corazón de piedra?
Sin solidaridad, Europa es insostenible
La pandemia Covid-19 nos ha puesto ante una catástrofe sanitaria y económica todavía mayor, el más grave padecido por el continente europeo desde la II Guerra Mundial hace 80 años. Pero las reacciones de Europa en la primera parte de esta pandemia han abierto algo de todavía mayor calado, una catástrofe moral por la insolidaridad de unos países con otros.
El Tratado (de Funcionamiento) de la Unión Europea de 2010, en su título VII, artículo 222, dice:
“La Unión y sus Estados miembros actuarán conjuntamente con espíritu de solidaridad si un Estado miembro es objeto de un ataque terrorista o víctima de una catástrofe natural o de origen humano. La Unión movilizará todos los instrumentos de que disponga, incluidos los medios militares puestos a su disposición por los Estados miembros, para prestar asistencia a un Estado miembro en el territorio de este, a petición de sus autoridades políticas, en caso de catástrofe natural o de origen humano”.
Sin embargo, contrariamente a la letra y el espíritu de este artículo, mientras el 27 de marzo en Italia ya mueren a golpe de 919 personas cada día y en Madrid muere una persona por coronavirus cada 4,2 minutos, en Europa no se responde y se pierde en laberintos burocráticos que la desgastan ante la ciudadanía.
El ministro de finanzas Wopke Hoekstra –del partido demócrata cristiano, por cierto– bloqueó una respuesta unitaria, urgente y solidaria a Francia, Italia y España. Por el contrario, Hoekstra pidió insidiosamente investigar las finanzas y la gestión de España e Italia en esta pandemia. Insinuaba –o más bien afirmaba– que en Italia y España se han desatado brotes de Covid-19 porque somos menos organizados, malgastamos el dinero, los políticos toman malas decisiones o, sencillamente, es nuestro carácter. El presidente de Portugal, Antonio Costa, calificó dichas palabras como “repugnantes”.
Los europeos se preguntan por qué España, Italia y Francia –quizás también Reino Unido– son los países más contagiados. Quizás sería más fácil simplemente ver la lista de los siete países del planeta que reciben más turistas y estudiantes internacionales. Por este orden son: Francia (87 millones al año), España (82 millones), Estados Unidos (76), China (61), Italia (58), México (39) y Reino Unido (34). ¡Qué casualidad que seis de los países más afectados estemos entre esos siete!
No ayudando como Unión continental en esta catástrofe global, Europa no solamente incumple el derecho de su propio Tratado de Funcionamiento, sino que intensifica la marea de euroescépticos, alimenta los nacionalismos y la división, estigmatiza a los más vulnerables y hace Europa invivible. Si esa ayuda europea no es unitaria, solidaria y urgente, provocará una herida profunda y permanente en algunos de los países que mayor fidelidad histórica han demostrado a la unión. Tendrá un coste político para la unión de consecuencias imprevisibles, desgastará la confianza y la legitimidad de las instituciones europeas. No dudo que levantará una ola de eurofobia.
Europa, ¿dónde está tu alma?
Efectivamente, a Europa le falta el alma, no encuentra el espíritu y eso la hace insoportable e insostenible. ¿Y es posible encontrar el alma de Europa? ¿Dónde está que tan difícil es de hallar? Los decisores europeos lo pueden encontrar fácilmente: solo tienen que levantarse de sus sillones y salir a los balcones.
La Europa de los Balcones es la que está arriesgando y dando su vida por la gente, es la gente que está confinada en su casa para no contagiar a nadie, es la que aplaude en los balcones de Alemania, Holanda, Reino Unido, Francia, Portugal, Hungría, Suecia, Italia o España y tantos otros países. La Europa de los Balcones es la que hace todo lo posible por trabajar cada día por Internet para que la sociedad funciones.
La Europa de los Balcones es la abuela que teje en su casa mascarilla tras mascarilla, los que llaman a los que están solos, los que cocinan para los vecinos, los que tienen acogidos en sus casas a refugiados y comparten juntos la cuarentena, es la gente que está mostrando a sus hijos esta realidad para que se comprometan, es la gente que quiere comprometerse más cuando acabe esta crisis y son los que sacan a Europa cada día adelante gastando su tiempo y sus cuerpos en el trabajo.
No queremos la Europa de los sillones, queremos ser la Europa de los Balcones. Solo admitimos una Europa con alma.