Vivo a diez minutos del Palacio de Hielo, primera gran morgue del coronavirus en Madrid. Como ya no cabían más ataúdes sobre la Pista de Hielo, esta semana hubo que abrir una segunda morgue, en el Donut de la Justicia, también a diez minutos de mi casa. Es un edificio solo y vacío en medio de la nada. Lo veo con frecuencia y todos nos hemos preguntado durante años para qué servía. Ahora ha sido por fin inaugurado, como morgue. El ‘donut’ no solo acoge casi 250 cadáveres de víctimas del coronavirus, sino que es un símbolo que nos permite ligar el terrible impacto del Covid-19, con la corrupción y el sinsentido que ha sufrido la sociedad madrileña. Han anunciado que esta próxima semana se ven obligados a abrir una tercera gran morgue, al Oeste de Madrid, en otra pista de hielo, para 440 muertos.
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El ‘donut’ es un precioso edificio del arquitecto madrileño Alejandro Zaera, autor también del multipremiado Puerto de Yokohama. El propio Zaera abandonó el proyecto por graves desacuerdos con los políticos. La soñada Ciudad de la Justicia iba a incluir obras de algunos de los más famosos arquitectos de nuestro siglo: Foster, Zaha Hadid, Richard Rogers, Pei & Cobb, La-Hoz, etc. Salvo el forense de Zaera, ninguno fue construido y fue una ruina. Lleva años siendo un gran secarral con ese solo edificio aislado y sin utilidad, solo rodeado por guardas de seguridad. Ahora tiene algo que guardar: 240 víctimas del coronavirus.
Unas cosas sobre otras
Ese Campus formaba parte de una gran transformación que también incluía a su lado al gran Parque Forestal de Valdebebas, que tenía que ser el pulmón verde del Noreste de Madrid, donde vivo. También ese parque se vio drásticamente reducido. El Ayuntamiento anunció originalmente que serían 2.500 hectáreas y finalmente ha quedado en menos de 500. El resto, ha sido vendido para la construcción, dentro de la fiebre de la burbuja inmobiliaria. Antes de ser un parque, era el mayor vertedero ilegal de la ciudad. Se van montando unas cosas sobre otras.
La obra de Zaera es popularmente conocida como el Donut porque es una corona circular, un aro ancho con un agujero en medio. Su piel vidriada es suave y curvada, siempre refleja al Sol, es una pequeña colina truncada. La belleza del edificio contrasta con la fealdad de la corrupción que lo ha puesto ahí.
Apertura atropellada
Para montar toda esa operación de la Ciudad de la Justicia, la Comunidad de Madrid estableció una empresa pública llamada Campus de la Justicia. En declaraciones a la Asamblea de Madrid -el parlamento regional-, el apoderado de dicha empresa (Javier Rodríguez) dijo respecto al ‘donut’, destinado a ser un Anatómico-Forense: “Tendría que pasar lo de Chernóbil o algo así para que ese edificio entre en pleno funcionamiento”. Pues, trágicamente, pasó.
El Donut debía ser el Instituto de Medicina Legal. La pandemia lo ha inaugurado atropelladamente. Es el único de los 12 edificios que iban a constituir la Ciudad de la Justicia de Madrid. Era el más pequeño y barato de todos los planeados. También hay 15 kilómetros de túneles construidos bajo esa zona. Esa red es símbolo de que bajo todo el proyecto faraónico de la Ciudad de la Justicia hay también toda una serie de túneles políticos y empresariales que saquearon el patrimonio público de Madrid. Causó un despilfarro de 105 millones de euros y hay un proceso judicial que investiga la causa. Nunca se construyó, nunca se usó, pero el gobierno madrileño gastó 6,44 millones en publicitarlo. De esos millones, 5,4 millones se dieron sin ningún contrato de adjudicación, según ha demostrado el Tribunal de Cuentas. Cada año se han seguido gastando 70.000 euros anuales en seguridad y mantenimiento de ese espacio vacío. Más de cien millones de euros perdidos que podían haber sido invertidos en fortalecer la sanidad madrileña, los servicios públicos y ahora salvar vidas. Con esos cien millones, por ejemplo, no habría nadie sin hogar en la calle en toda la región.
Gasto público en Sanidad
Se calcula que en la región de Madrid, la corrupción durante el siglo XXI ha robado al patrimonio público 44.752 millones de euros. Un estudio de 2018 sobre corrupción en Europa mostraba que el conjunto de la Unión Europea pierde cada año 904.000 millones de euros por la corrupción. España es el cuarto país en el que más se roba a las arcas públicas. Cada año en España se pierden 90.000 millones de euros en corrupción (en Italia 237.000, Francia 120.000 y Alemania 104.000 millones). El gasto público en sanidad en España en 2018 fueron 75.435,4 millones. Si erradicásemos la corrupción, podríamos doblar sobradamente el presupuesto público en sanidad.
Porque hemos consentido esa corrupción, ahora carecemos de una sanidad suficientemente fuerte, de servicios comunes más robustos y de una moral y confianza pública más alta. El coronavirus vino de Oriente, pero la forma se la damos nosotros.
Símbolo de la corrupción
Es paradójico que la Ciudad de la Justicia se convirtiera en la Ciudad de la Corrupción y, ahora, consecuentemente, en una morgue. Mira que es bonito ese ‘donut’, pero también es un símbolo doloroso. Símbolo de la corrupción que nos ha sustraído tanto dinero para invertir social y sanitariamente. En ese sentido, es un símbolo de muerte. Y ahora símbolo de muerte, pero de verdad y no solo por ser un centro forense, sino por tener que dar albergue a tantas víctimas del coronavirus.
Al final, lo único bueno de la historia de este precioso edificio es que ha estado disponible en el momento preciso. Al menos me alegro por el arquitecto Alejandro Zaera. Nunca pensó que su creación fuera a servir para bien en un momento tan crítico. Las víctimas del Covid-19 lo redimen. Su memoria, el respeto que sentimos ante sus vidas prematuramente terminadas, el amor de sus familias y el amor de todo lo que han vivido, están en cierto modo ahora unidas a ese ‘donut’. Su amor salva el ‘donut’. Suena a chiste, suena sarcástico y grotesco, pero es que también hemos sido así. Madrid es en parte ese ‘donut’, con sus pecados políticos y económicos, y el amor que estamos poniendo en luchar contra esta pandemia, nos redime, si es que le ponemos también a todo aquello solución, que no pueda volver a pasar.