Si quieres que algo salga bien, comienza dando gracias. En medio de esta Noche Oscura del Coronavirus que está trayendo ya tanto dolor, tenemos que prepararnos y disponernos a la lucha. Con toda la esperanza en que podemos lograrlo si somos nuestra mejor versión. Y para comenzar, el país entero dio gracias. Así empieza todo lo que tiene éxito, dando gracias. La gratitud desencadena las más poderosas energías de la humanidad.
Un largo gracias se escuchó ayer en la comparecencia del presidente del Gobierno tras anunciar las medidas excepcionales que adopta el país para superar la crisis del coronavirus con el menor número de muertos posible. Eran las ocho y media de la tarde. Hora y media después, millones de españoles hicimos algo que recordaremos a lo largo de toda nuestra vida: salimos a ventanas y balcones para dar gracias al personal sanitario. Quizás en estas semanas vamos a vivir muchas cosas que recordaremos toda nuestra vida.
Bajo los hashtags #AplausoSanitario o #AplausoalosqueNosCuidan, nuestros barrios aplaudieron a las 10 de la noche. En mi barrio de Manoteras –Madrid–, éramos la mitad del vecindario y se gritaron “vivas” y “gracias” a los médicos y enfermeros, pero también a los farmacéuticos y a los tenderos de nuestro barrio. Escuché a los niños gritar vivas, pero también a la gente mayor asomando sus manos para que el aplauso llegara a los hospitales donde están nuestros héroes. En toda España –como horas antes en Italia– dimos juntos gracias, animamos y reconocimos a quienes están arriesgando su salud por seguir cuidándonos a todos, muy especialmente a quienes enferman y los más vulnerables.
Mirad cómo aplaudieron en Italia a plena luz del día
Y es muy impresionante el clamor de los aplausos en medio de la noche oscura
Fue un aplauso en el que no había colores políticos. Aplaudían los creyentes y no creyentes, los empresarios, autónomos y los trabajadores, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, gays y heteros, gente que lee y los que no, todos unidos en la gratitud. La gente que vivimos en los barrios, probablemente pudimos sentir ese aplauso más comunitario.
El aplauso decía algo esencial: queremos ser cuidadores. El cuidado está en el centro de lo que necesita este país ahora y siempre. Debemos transformarnos en una Sociedad de los Cuidados. Pero aún no lo somos. No del todo. Podemos serlo, pero falta mucho.
En la primera fase de respuesta a la crisis –llamada de prevención reforzada–, hemos fracasado como país. Pese a que mucha gente nos quedamos en casa y nos recluimos, no hemos logrado frenar la curva de la proporción de contagios. Ha sido desolador ver a la gente huyendo insolidariamente de las zonas de riesgo como Madrid y expandir el virus por todo el territorio español. Ha sido indignante ver que, pese a que ya se anunció el estado de alarma, las terrazas y bares, parques infantiles y patios de urbanizaciones estaban llenos. Incluso aunque los vecinos increparan desde sus pisos, se seguía con actividad. En parte somos así.
Pedagogía del bien común
Tras tanto tiempo de individualismo, utilitarismo y poco aprecio por lo público, hace necesaria una pedagogía del bien común. Es claro que no es suficiente con apelar a la generosidad, a la solidaridad con los más vulnerables, a la responsabilidad cívica. No lo ha sido. Esa disciplina social no está presente en nuestro país, debemos aprenderla. Ha sido imprescindible declarar el estado de alarma. Este tiempo es tiempo de aprendizaje.
Tenemos que sacar lo mejor de nosotros. Está ahí, en el fondo, a veces reprimido porque parece la ideología de los débiles o la actitud de los tontos. Muchas veces la bondad, la solidaridad, la sabiduría la tenemos en el trastero de lo que somos. Bajemos a ese trastero, saquemos nuestra mejor versión, demos rienda suelta a las energías personales y sociales capaces de hacer que superemos dignamente esta crisis.
Eso no lo conseguiremos solo con decretos, policía y prohibiciones, sino que cada uno de nosotros somos imprescindibles para cortar la cadena de enfermedad. Cada uno puede pararla. Demos gracias y comencemos esta batalla. Sintamos la gratitud lo más profundamente posible. Cerremos los ojos unos momentos y digamos gracias, gracias, gracias. La gratitud desencadena todo lo bueno y para superar esta crisis vamos a tener mucho mejores de lo que nos creíamos.