Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Diario del coronavirus 42: Rosebud


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Ayer por la noche escuché en la cama ‘Ciudadano Kane’ (Orson Welles, 1941) y sentí que nuestra sociedad en su conjunto es como su protagonista Charles Foster Kane. Enfermos por la pandemia, después de haber apostado por el dinero, el poder y la gloria, caemos y de nuestra alma sale el único anhelo que de verdad nos importaba: Rosebud.



El trineo de nuestra alma

Para Kane, Rosebud es el nombre de aquel sencillo trineo que le arrebataron de pequeño para ser llevado a un internado donde convertirle en el joven que lo podía tener todo. Lo tendría todo, pero se quedaría sin la infancia. Iba a ser llevado a una vida de riqueza ilimitada, pero parece que es llevado como José a la esclavitud, lejos de su hogar y del corazón de la vida. Esa sustracción iba a lastrarle toda la vida, hasta que sus últimas palabras le hacen ser capaz de decírselo a sí mismo. Todos nos construimos nuestro pequeño Xanadú, el palacio donde se encerró Kane. Ahora, heridos y dolidos, vemos con clarividencia, la sed nos alumbra, como en el poema de Rosales. Examinemos el corazón, ahora que, como los canales de Venecia, está sin contaminación: ¿Cuál es nuestro Rosebud?

Dice hoy The Guardian que ‘Esencial’ es una de las palabras más importantes de esta pandemia. Por un lado, los servicios “esenciales”, pero sobre todo porque por todas partes suena que esta crisis nos ha hecho conscientes de qué es “lo esencial” y que queremos refundar nuestra vida personal y colectiva sobre “lo esencial”. Rosebud.

En Ciudadano Kane, Orson Welles hablaba de la sociedad de la riqueza que Estados Unidos representaba en la épica de los multimillonarios. Es cierto que nuestra sociedad ha vivido poniendo la mayor parte de su atención y la reputación en los ricos y famosos. Ahora, en plena pandemia, nos damos cuenta del brutal vacío que hay en ese mundo rosa y de que poner esas vidas como referencia de los jóvenes es el peor camino para cualquier persona o sociedad. Los estamentos de ricos y famosos no solo son parasitarios económicamente, sino que cultural y espiritualmente nos vacían y degradan como seres humanos.

Rosebud

Hay una desigualdad simbiótica en la que el progreso de unos, mejora proporcionalmente al conjunto de la sociedad y acorta las diferencias. Y hay otra desigualdad parasitaria que extrae todo lo posible a la sociedad y la naturaleza hasta la extenuación, y hace que sea económica, ecológica y culturalmente insostenible. El neoliberalismo ha creado una elite parasitaria que es la que hay que sustituir íntegramente. Se ha ido creando incluso un mundo de celebridades que imponen los modelos culturales y de estilo de vida a seguir, y eso es lo que en esta crisis nos resulta absurdo y escandoloso. Por eso casi no hay ya verdaderos intelectuales en el mundo, sino famosos.

Ayer contaba la BBC el caso de una pareja en un velero que se encontraron con el problema de no ser aceptados en ningún puerto. La pareja se había echado a la aventura de circunvalar el mundo en un velero y pidió a su familia, con la que comunicaban cada cierto tiempo, una única condición: que no les dieran malas noticias. Obedientes, nadie les dijo que había una pandemia y, tras tantas semanas de singladura oceánica, encontraron todos los puertos cerrados. Así vivimos muchas veces, sin querer ver las malas noticias hasta que nos encontramos el desastre de golpe ante nuestras narices y poco podemos hacer por evitarlo. Los más ricos no solamente permanecen ajenos a las malas noticias del mundo, sino que pueden permitirse seguirlo cuando llegan los peores momentos e incluso hacer exhibición de su suerte.

Parásitos

¿Cómo viven la pandemia en Xanadú? Hay ricos que como Amancio Ortega o Bill y Melinda Gates han hecho una contribución extraordinaria ante la pandemia. Se pueden criticar muchas cosas, pero también hay que agradecer; es complejo. Otros ricos que se benefician del hipercapitalismo no la han hecho y se han agazapado para, al menos, no llamar la atención.

La peor expresión es la de aquellos famosos y ricos que exhiben sus privilegios en tiempos en los que hay tanta muerte y la desigualdad decide tanto entre vida y muerte. Ayer en The Guardian, la periodista Hadley Freeman informaba que el multimillonario David Geffen –un productor neoyorquino del mundo de la cultura, el teatro y la música– publicó una fotografía de su nuevo yate de 590 mil dólares con las siguientes palabras: “Espero que todo el mundo se encuentre seguro”. Las reacciones le hicieron borrarlo. El 26 de marzo, la hija de Trump, Ivanka, publicó una lección para que los niños estadounidenses se lavaran las manos: grabó y difundió en su Instagram a sus propios hijos lavándose las manos con un pequeño bote de jabón que cuesta 39 dólares. La hija de una de las famosas de telebasura de nuestro país publicó a mediados de marzo una fotografía en Instagram con una mascarilla tuneada con piedras preciosas -de pega, claro-.

Nos encontramos famosos enviando mensajes de #QuédateEnCasa desde jacuzzis (Arnold Schwarzenegger), los sobrinos del rey de España saltándose el confinamiento, las Kardashian en aviones privados afirmando que no piensan tomar nunca más un vuelo comercial, famosos llamando a lavarse las manos con desinfecciones de lujo: el gel desinfectante Byredo con aroma floral de pera y bergamota cuesta 35 dólares (3 dólares el de los supermercados de mortales). Distintos futbolistas se fotografiaron y grabaron en sus mansiones con grandes piscinas y fincas descomunales donde cabrían varios parques de barrio, resignándose al confinamiento y exhortando a la población a quedarse en casa.

Los hijos de los ricos suelen ser incluso más indiscretos que sus padres. Más presentes en redes que sus padres, muestran lo bien que lo pasan durante la pandemia en sus casas de lujo y desplazándose en sus coches caros. Uno de ellos conducía un descapotable por Francia durante la cuarentena , vestido con pantalones, chaqueta y mascarilla de Vuitton. Su copiloto le hizo una foto y él escribió en su Instagram: “¿LV (Louis Vuitton) me protegerá bien del coronavirus?”. La joven hija de otro rico posa en un gran yate de confinamiento, con champán y se resigna en Instagram: “Este autoaislamiento podría ser peor…”. Otros se sacan fotos en vuelos privados en los que hacen valer su esfuerzo de seguir activos en redes. “El coronavirus no va a parar mis planes de viaje”, doce un niño de 12 años con mascarilla y gafas de sol en el avión privado que sus padres han puesto a su disposición.

Estas actitudes no son exclusivas de los países ricos. Incluso en países tan castigados como Malasia ha habido famosos que han exhibido fotografías en redes sociales disfrutando de vacaciones en largas playas de las Maldivas mientras el resto de la población está encerrada en sus viviendas.

Madonna ha dicho que “al Covid-19 le da igual lo rico, famoso, divertido e inteligente que seas. Le da igual dónde vives, cuántos años tienes y qué historias cuentas. Es una buena forma de ponernos a todos en el mismo lado de la balanza, y eso es lo que es terrible y a la vez maravilloso del virus… Que nos hace a todos iguales”. ¿Iguales? Eso piensa la segunda cantante más rica de Estados Unidos, con una fortuna calculada en 590 millones de dólares por Forbes en 2019.

Es claro que hay un modo de Pandemia Premium para los VIPS de la sociedad, que se saltan las filas igual que lo hacían siempre antes. El gobernador Andrew Cuomo criticó que el equipo de baloncesto de los Brooklyn Nets se hiciera al completo una prueba de coronavirus –con un laboratorio privado– mientras hay largas listas de espera de pacientes gravemente enfermos que los necesitan. “Las pruebas no deberían ser para los ricos, sino para los enfermos”, declaró en marzo. El 11 de marzo, el Estado de Oklahoma usó el 60% de sus dispositivos de prueba para testar a todo el personal de la NBA del Estado –jugadores y le resto de personal– al haber dado positivo un miembro del Utah Jazz. Solo uno más dio positivo. Diferentes famosos ricos se han hecho pruebas de Covid-19 y luego las han anunciado dramáticamente en sus redes sociales

Trump declaró en marzo que las personas famosas o ricas no deberían tener más derecho que otras a hacerse pruebas de Covid-19, pero constata que sí conoce casos en los que se han saltado la cola para que se las hagan antes. La conclusión de Trump es que “quizás así es la vida” (“perhaps that’s been the story of life”, dijo en rueda de prensa el 18 de marzo).

El culto a las celebridades basura

En The Guardian, Arwa Mahdawi señala que la crisis del coronavirus pone al desnudo la falsedad e hipocresía de la vacía cultura de las celebridades y su obscena adoración del capitalismo. Ahora nadie está pendiente de qué visten o dónde están, la atención del mundo se dirige completamente hacia la pandemia. Sin embargo, hasta hace poco manteníamos un culto a los ricos y celebridades, el más potente aparato de revistas y televisiones están dirigidos a alimentar esa corriente de culto. Hay una industria de producción de famoso inútiles que consumen la mayor parte de la atención de jóvenes y mayores en las pantallas de teléfonos, ordenadores o televisión. ¡Ahora parece tan ridículo!

Mejor nos hubiera venido poder escuchar a los epidemiólogos, los sanitarios, los científicos, los profesionales, los expertos de las ONG, los artistas y los intelectuales, pero no lo hicimos. ¿Lo haremos en el futuro? ¿Quién va ocupar la arena pública? Ese culto a la popularidad hace que los políticos no lean ni aprendan ni se formen, sino que sigan el patrón de la celebridad y de ahí el origen del populismo. El nuevo paradigma político populista y el trumpismo surgió del modelo de telebasura de Fox News, de los reality shows y de las celebridades basura.

En los dominicales más prestigiosos, artistas que en sus canciones cantan a la solidaridad y la justicia, se visten con ropas y accesorios de miles de euros para poder tener páginas de atención. Los artistas nos hacen conciliar proyectos de libertad e igualdad, con el hecho de que son ricos que viven en sus palacios. Hemos creado un mundo de papel cuché que marca el canon del prestigio social. Pocos querían ser médicos, trabajadores sociales o ingenieros, sobre todo se quiere ser famoso, youtuber o futbolista. ¿Logrará esta crisis darle la vuelta a esta pirámide del prestigio y dedicar la mayor parte de nuestra atención pública ala gente que de verdad importa?

La gran fuga

El 21 de marzo, La Vanguardia informaba de que “los ricos se largan de Nueva York antes de que entren en vigor las estrictas medidas contra el coronavirus”, a casas en las villas de descanso. Una de ellas es la de los Hamptons, en Long Island, donde alquilar una casa al mes cuesta 30.000 dólares en este momento (normalmente son unos 5.000 dólares). En los parajes rústicos del Valle del Hudson, los ricos pagan por un mes 18.000 dólares. La Vanguardia entrevistó a un agente inmobiliario de la cadena Gary DePersia que confesó que una familia ha alquilado una de sus casas en los Hamptons por 100.000 dólares al mes durante la cuarentena. Además, también leímos una noticia en marzo que contaba que en Nueva York ha habido que reforzar las compañías de seguridad Premium porque los ricos han querido asegurarse de que sus viviendas y propiedades no eran ocupadas o robadas por masas rencorosas encendidas por sus muertes por Covid-19.

El 20 de abril, Business Insider concluía que todas las villas e islas de vacaciones de ricos en Estados Unidos están en plena ocupación, lo cual supone importantes riesgos en lugares que carecen de camas hospitalarias para poder ingresarlos en caso de un brote. La isla de Nantucket –la preciosa isla ballenera de Massachusett– ha visto llegar a numerosos propietarios para protegerse allí, pero solo cuenta con 14 camas hospitalizadas y 3 ventiladores. Los vecinos habituales han manifestado su indignación por el peligro en que se pone a toda la población trayendo virus y aumentando la probabilidad de colapsar los servicios.

Fisher Island es la isla de Miami donde tienen sus residencias de grandes magnates que se han retirado allí para pasar la cuarentena. Desde el primer momento, el grupo firmó un acuerdo con la compañía UHealth para que hubiera una disponibilidad total de pruebas de detección de Covid-19 para las 800 familias que allí residen, sean ricos o su servicio. Vivir en el Club de Fisher Island cuesta 250.000 dólares anuales y la media anual de ingresos de las familias propietarias es de 2,5 millones al año.

Desde el otro lado del Atlántico, The New York Times contestaba el 31 de marzo: “Los europeos ricos huyen del virus a sus casas de descanso y propagan enojo y temor. En Francia y el resto de Europa, los más adinerados abandonan las ciudades para pasar el confinamiento en sus viviendas de veraneo, lo que acentúa las brechas sociales”. Pese a que muchos alcaldes de esos pueblos intentaron bloquear la llegada de esas posibles fuentes de contagio, no tuvieron la base legal para hacerlo.

Los ricos siempre son de otro mundo

En realidad, no importa América o Europa, porque todos los ricos son de otro mundo, del suyo propio. Los ricos siempre son de otro lugar. 

En cuanto comenzó la crisis, los ricos se buscaron castillos donde protegerse, hubo una gran fuga desde todas partes. Durante esta crisis las empresas de vuelos privados se han visto desbordadas. Por ejemplo, en marzo, los vuelos de aviones privados desde Hong Kong han aumentado un 214%, informa The Guardian. En muchos casos ha sido demandado por familias ricas para evitar los problemas de evacuación para poder retornar a sus países de origen. En otras muchas ocasiones, los ricos ya no quieren viajar en vuelos comerciales junto con el resto del pasaje y alquilan esos aviones. Las compañías de vuelos privados garantizan que toda la tripulación ha sido testada previamente para comprobar que no tienen Covid-19 y a cada vuelo se les examinan los síntomas.

La exploración que ha hecho la periodista Vicky McKeever para la cadena CNBC confirma que todas las compañías que ofrecen viviendas de lujo solitarias o blindadas han visto desbordadas todas sus previsiones. Gladden Private Island –a 20 millas de la costa caribeña de Belice– ofrece sus viviendas como “las más seguras del mundo” y cobran 3.000 dólares por noche para dos personas. Las islas privadas son un gran negocio en este tiempo de coronavirus. La compañía Private Islands gestiona esa y otras muchas islas. Su CEO, Chris Krolow, dice que ha recibido un enorme flujo de compras, como la Isla Azul -3.000 metros cuadrados de isla en las Bahamas- que ha vendido por 70 millones de dólares.

AFP informaba a comienzos de abril de una empresa hotelera suiza llamada La Joya ofrece confinamiento 5 estrellas a sus huéspedes por 2.000 euros diarios en apartahotel de lujo con servicio de habitaciones, pruebas de Covid-19 y visita médica diaria. La compañía Rising S es una inmobiliaria especializada en viviendas bunkerizadas y refugios antinucleares de lujo. A finales de marzo, su CEO, Clyde Scott informó a la CNBC del inusitado aumento de peticiones de compra o alquiler que han recibido, de familias ricas de sitios tan dispares como el Medio Oriente, Reino Unido, Francia o Japón. Cada vivienda bunkerizada de lujo oscila en un rango entre medio millón de dólares y 2,4 millones.

Katle Warren, periodista de Business Insider, escribe el 21 de abril acerca de cómo se alimenta ese 1% durante sus aislamientos. La compañía Hire Society, que facilita cocineros y otro servicio doméstico para viviendas de lujo, ha tenido que hacer un esfuerzo por lograr más personal que poner a disposición de un gran número de nuevos clientes ya que muchos se han ido a lugares remotos donde no cuentan con los servicios habituales de empleados y restaurantes. Sus cocineros cobran un mínimo de 120.000 dólares anuales y llega hasta los 400.000 dólares. El cálculo que la empresa hace sobre el gasto medio que tienen en alimentación sus clientes, señala que fácilmente cada familia rica que contrata sus servicios gasta un millón de dólares al año en alimentación y emplean a plantillas de 15 a 20 asistentes domésticos.

Otros han preferido aislarse en un barco para sobrevivir a esta pandemia. En el momento en que se declaró la pandemia, la compañía FlyEliteJets recibió en cuatro días más de 300 peticiones de alquiler de sus yates de lujo, lo cual hizo ascender los precios a cantidades astronómicas que la empresa declina hacer públicas.

Makers y Takers

Vicky Ward es una periodista de la CNN que ha dedicado su carrera a informar sobre ese 1% de ricos de la sociedad. El 6 de abril, después de investigar los modos como los más ricos estaban viviendo la pandemia, confirmó que, efectivamente, las diferencias son abismales. Un multimillonario con tres grandes residencias se defendía hablando por teléfono con ella: “Estamos tratando de hacer lo mejor para nosotros mismos y nuestras familias. No me puedes avergonzar por hacerlo”. Ninguno de los entrevistados aceptó que se hiciera público su nombre, pero en el anonimato reconocían que sus condiciones para protegerse son infinitamente mejores que las de cualquiera que estén en viviendas de las ciudades. Tienen todos los servicios médicos disponibles inmediatamente en cuanto se manifieste cualquier síntoma, hay servicios sanityarios que permanentemente están examinando su estado de salud, tienen pleno acceso a mascarillas o cualquier medio de protección, incluyendo sus propios respiradores -atestiguado por Ashwin Vasan, epidemiólogo de Harvard-. Cuando les llamó, algunos estaban jugando al golf. Uno se hacía traer la comida cada día desde su restaurante favorito de Nueva York. La preocupación por el virus es muy baja, lo que realmente les preocupan son las pérdidas económicas que puedan tener.

La historiadora Amanda Foreman recuerda cómo durante los racionamientos por el bombardeo de Londres, había ricos que cenaban en el Hotel Ritz. Reflexionando sobre esas diferencias entre ricos y pobres durante la pandemia del coronavirus, resume que hay dos tipos de actitudes: los “Makers” y los “Takers”, los que contribuyen a la comunidad y los parásitos, los extractores. 

Así viven en Xanadú, pero ¿cuál es nuestro Xanadú? ¿Qué significa Rosebud para nosotros? Como los periodistas de Ciudadano Kane, iniciamos una investigación buscando por nuestra vida, por las personas que pasaron por ella, los acontecimientos, toda la vida que tenemos entre las manos, para saber qué significa esa palabra en nosotros. Quizás, como los periodistas que investigan a Kane, nunca lleguemos a saberlo y finalmente aquel viejo trineo que representa el alma sea arrojado a la hoguera como la higuera seca. Seguramente estamos a tiempo si examinamos bien, quizás si pedimos de corazón con las palabras adecuadas: Rosebud.