Mil cosas comienzan a pasar por primera vez en la vida de todo el país, de toda Europa y de todo el planeta. No sabemos qué va a pasar. De repente, la Historia con mayúsculas se ha abierto. El futuro no está tan determinado como parecía estar. Quizás incluso estemos viendo cómo nuestras vidas se abren a distintas posibilidades del futuro.
Estamos viviendo uno de esos periodos de hiperrealidad que a veces sucede en la historia, en los que sentimos la verdad de las cosas, donde se pinchan las burbujas de las superficialidades y tocamos suelo y mundo de verdad. Sentimos el suelo, la dureza de nuestras paredes, la limitación del espacio, el número de muertos que hoy alcanzan ya los 150 en un solo día en España. Ya no se diagnostica cuánta gente está contagiada, superan los 12.000 oficialmente, pero sabemos que lo estamos mucha gente más, puede que diez veces más.
Respecto al coronavirus, nada es relativo, todo es absoluto, realidad de verdad. La muerte de cada uno no es construida, sino que sucede con todo el peso de la existencia. Todo ocurre despacio, a una lentitud que da tiempo a mirar, oír y sentir con atención los acontecimientos, a contemplarlos en su dolor y también en su belleza. El Tsunami sucede a cámara lenta, es una enorme curva que se echa sobre nosotros y a su paso arrastrará a miles de nosotros.
No es fácil mantener la calma. Nos agachamos para protegernos frente al golpe de la ola, a la vez que un gran grupo de nosotros luchan en primera línea de playa desde la sanidad, la atención social, el abastecimiento, los transportes, la seguridad, la organización y política.
Lo que me impresiona más en este día es la enorme ola de bondad que se ha levantado. Es mucho mayor que el coronavirus, ¿no la veis? Los jesuitas lanzan la herramienta digital ‘No estás solo’ para que podamos ayudar y que nos ayuden en este tiempo donde tantos van a sentir soledad, inquietud y desolación. El cantautor Rafa Sánchez lanza una canción diaria para que combatamos con música. Su twitter es @fabricanciones. Cientos de taxistas prestan gratuitamente sus vehículos y servicios para transportar personal sanitario y enfermos, pagando ellos hasta la gasolina. Empresarios ceden sus hoteles para alojar personas sin hogar. Compañías de alimentación se comprometen a alimentar a miles de personas que no tengan comida o no puedan hacérsela por enfermedad. Médicos y psicólogos ofrecen gratuitamente vía teléfono o aplicaciones sus consejos a quien lo necesite. En miles de edificios la gente ha colgado avisos ofreciéndose a hacer la compra, ayudar. Las llamadas para aliviar la soledad de los familiares y amigos se multiplican por cientos de miles.
La ola de la bondad es mayor que cualquier ola de coronavirus, la ola de la bondad es siempre, y en cualquier momento de la historia, más alta, ancha y profunda que la ola del mal.
Historias de dolor
Muchos de nosotros moriremos, sin duda y ya vamos entendiendo que tenemos que prepararnos para que nos toque muy de cerca, mucho. No es algo muy improbable. Sucede al 3% de los diagnosticados por ahora. En algunos grupos de riesgo, evidentemente, mayor. Las historias de dolor nos van a llegar y nos partirán el corazón. Lloraremos al verlas en televisión, donde por ahora no las sacan por no intensificar la angustia de la población. Y lloraremos porque sabemos que podíamos haber sido nosotros. Y lloraremos porque estamos más unidos que nunca como comunidad. Porque gran parte de este país ha comenzado a ser una comunidad y eso hace Historia, puede cambiar toda la Historia.
No sabemos a qué magnitud de catástrofe nos lleva la ola del coronavirus y tampoco sabemos a qué magnitud de cambio histórico nos va a llevar la ola de bondad. El amor es la mayor energía del universo. Así me levantaba hoy, pensando que el amor es la más profunda estructura del cosmos, y el amor es siempre de alguien por alguien. Resistiremos si vivimos en ese amor.