Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Dios a escena


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En apenas un año, la escena teatral ha concentrado sobre las tablas diversas obras que han abordado expresamente la cuestión religiosa y de la trascendencia. La controvertida dramaturga Angélica Liddell estrenó ‘Dämon. El funeral de Bergman’, obra en la que, durante un tercio de la misma, recita las oraciones de la liturgia de las exequias del cineasta y culmina con una oración de la propia autora en la que pide a Dios que le devuelva la alegría.



Pudimos también asistir a una interpretación dramatizada de ‘La lámpara maravillosa’, los ejercicios espirituales que escribió Valle-Inclán, en los que confiesa la divinidad de Cristo Jesús, cuyo amor engendra amor, y su luz es el verbo de toda belleza.

Una nueva escenificación de ‘El gran teatro del mundo’, de Calderón de la Barca, en el Centro Dramático Nacional –con una presentación escrita por Pablo d’Ors–, ha caracterizado a un Dios del que resalta su amor y entusiasmo por el ser humano, y suscita en el público asombro y alegría. Recientemente, Lluís Homar ha representado con gran éxito de público y crítica su obra mística ‘El templo vacío’, además de dar lugar a la lectura de los místicos. Meses atrás, la película ‘Teresa’ (2023), de Paula Ortiz, llevó a las pantallas con gran aplauso la obra teatral ‘La lengua a pedazos’ (2011), escrita por Juan Mayorga. Son solo algunos ejemplos de la temporada 2023/24.

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Nueva profundidad

Hay signos de que se aviva el interés por la razón religiosa y espiritual, a la vez que la población la rechaza cuando aparece como poder. El nihilismo y el fundamentalismo religioso se extienden, al tiempo que parte de la gente busca una nueva profundidad. El teatro es un lenguaje y campo crucial, y la Iglesia haría bien en trazar un plan para fomentar una nueva generación de creadores en el teatro y otras artes.

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