La idea principal de la teología de la prosperidad es que Dios siempre quiere lo mejor para nosotros: tener una vida próspera. El deseo personal de medrar y tener más es también el deseo de Dios. Él quiere para nosotros lo mismo que nosotros deseamos alcanzar. Su plan para nosotros es que tengamos una existencia en la que gocemos de un bienestar material elevado, que alcancemos unos elevados ingresos, que ganemos mucho dinero.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Además de este nivel de vida elevado, Dios busca que gocemos de una buena salud para que las enfermedades no se ensañen con nosotros, que seamos saludables. Por último, pretende que disfrutemos de unas relaciones sanas con los demás que nos permiten estar felices con nosotros mismos. Se trata de la clásica triada: dinero, salud y amor. Dios, que es un ser bondadoso, tiene para nosotros el mismo proyecto que nosotros.
Es una idea de un Dios al servicio de las personas, de un ser superior que lo que quiere es que hagamos realidad nuestros deseos y nuestros sueños. Nosotros decidimos qué es lo mejor para nuestras vidas y Dios se preocupa de que nuestros deseos se cumplan. Este ser supremo poderoso se pone a nuestro servicio y esto es una buena noticia. Que el omnipotente, el que lo puede todo y el único capaz de ayudarnos a lograr todo lo que queremos, cree que su misión es hacerlo. Por ello, buscar su colaboración es el plan ideal. El evangelio de la prosperidad nos dice que siempre va a estar ahí para ayudarnos.
Proyecto divino
Él va a hacer lo imposible (que para él es posible) para que tengamos un elevado bienestar, para que gocemos de una buena salud y para que nos sintamos satisfechos con nosotros mismos y vivamos felices en el entorno en el que estamos. Aunque seamos personas que tenemos problemas, personas débiles que no lo podemos todo, con su ayuda vamos a poder conseguir todo lo que soñemos. Dios está deseando concedérnoslo. Si queremos podemos ser ricos, guapos y tener éxito social. Ese es el proyecto divino para nosotros.
Toda esta idea se basa en que tenemos derecho a ser felices, a ser ricos y a tener una buena salud. Ese es nuestro destino y tenemos un Dios que quiere que así sea y que es todopoderoso. Pero para que él haga realidad nuestros deseos tenemos que cumplir una serie de normas y de exigencias. No podemos lograr lo que queremos gratuitamente, hay que pagar un precio, hay que realizar un esfuerzo. Dios nos ofrece un contrato, si accedemos, Él va a cumplir con su parte siempre, porque su promesa es eterna y segura, Él nunca nos va a defraudar, siempre cumplirá su compromiso.
Para lograr que Dios se comporte así nosotros tendremos que cumplir con la nuestra parte del contrato. Somos cada uno de nosotros quienes, gracias a comportarnos como Dios espera, vamos a hacer que nos conceda lo que deseamos. Si no lo hace, nunca va a ser por su causa, sino porque nosotros no hemos cumplido la parte del contrato que nos corresponde, Él nunca falla.