Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Doce años de novedad en la continuidad discontinua


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El papa Francisco llega al décimo segundo aniversario de su elección y los tres aspectos señalados en el título de la nota permiten hacer una lectura de este período de la historia.  



Doce años de novedad porque Dios no deja de sorprender y siempre ‘primerea’, por tanto, no es solo una simple novedad de estilo y forma en el papa, estos años han sido un tiempo para tomar conciencia de la identidad de ser iglesia dentro de la novedad, siempre nueva del evangelio. 

La novedad, siempre nueva

La novedad por ejemplo en sus formas de expresión que conectan con la gente, con una capacidad de síntesis para lo concreto de su mensaje, por ejemplo: ‘hagan lío’, ‘jueguen adelante’, ‘no se dejen robar la esperanza’, ‘sean contrabandistas de la caridad’, ‘el corazón no se puede photoshopear’. 

La continuidad, que no es ‘idientrismo’, sino en el sentido de cumplir el mandato de la misión como iglesia en salida, con la alegría del anuncio del evangelio de Pablo VI, la defensa de la vida de Juan Pablo II y el testimonio de fe de Benedicto XVI, pues la iglesia crece por atracción y no por proselitismo. 

Doce años de la herencia conciliar, de la intuición esperanzadora de renovación de Juan XXIII concretada en la experiencia de iglesia – pueblo de Dios que camina con Pedro, desde la vivencia sinodal recogida en las sesiones ordinarias y extraordinarias, con una pluralidad de voces en la evocada ‘diversidad reconciliada’.

Papa Francisco

Continuidad en la discontinuidad

Continuidad además en la evolución natural del carisma de Pedro como pastor, heredero de la conciencia de que el servicio apostólico no es desde una corte ni una monarquía, no solo dejando de lado los símbolos de realeza, como por ejemplo la tiara dejada en desuso en 1964, sino también en su cercanía con la gente, en recibir a todos, en hablar con todos, en servir a todos, pero más aún a los débiles, vulnerables, frágiles y descartados. 

Discontinuidad porque la historia no es recta, porque han sido doce años de un aprendizaje permanente. Francisco aprendió a ser papa, no nació papa ni obispo, pero con su estilo y personalidad ha sido él mismo con sus luces y sombras. Incluso madurando la vocación sacerdotal en el servicio; muestra de ello es cómo se refiere así mismo con la expresión: padre Jorge. 

Continuidad y discontinuidad, como lo señalé en un comentario en 2023, Francisco es heredero y ejemplo del contraste de Romano Guardini, que no es contradicción sino que es la forma tensionante de emprender procesos, sin quedarse en el conflicto y las diferencias. 

Discontinuidad en vivir santa Marta, en tener un consejo de cardenales, en salir a una embajada a exigir el alto al fuego en la guerra, en no visitar países y capitales estelares, en no tomar vacaciones, en asumir un error de valoración, sin romper con la esencia del carisma, en ser padre y de acompañar, incluso desde el Gemelli, en el rezo del Santo Rosario en Plaza de San Pedro. 

Por eso seguir rezando por él, por su salud, por el buen y fructífero servicio a la Iglesia Universal, pero sobre todo a la humanidad herida que tanto necesita de un auténtico testigo de esperanza, fraternidad y amistad social.


Por Rixio Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.