‘El Arca de Noé’ de Edie Harper (1922-2010) aspira, como toda la obra de los Harper, a formar patrones visuales simples que comunican en un único mensaje inmediato. En una única mirada uno se hace con el significado y crea una reacción estética sencilla y amable en el observador.
En este caso, la nave muestra esas características. Un semicírculo forma el casco y un trapecio cubre el rectángulo de la edificación central de cubierta. Tres tipos de animales aparecen en la imagen: los peces del mar, los mamíferos del arca y las aves de cielo. Efectivamente, el arca cuenta con cinco ojos de buey en los que aparecen enmarcados cinco rostros: un oso panda, un león, quizás un tapir, un jaguar y es posible que en la última ventana esté el propio rostro de Noé. Se muestran inexpresivos y estáticos.
En realidad, toda la escena participa de esa estaticidad. La quietud es una de las características estructurales de la obra de los Harper. Esta historia muestra equilibrio y quietud en medio del Diluvio universal. Los Harper desdramatizan la escena y la dotan de una inmutabilidad tan eterna como las propias historias bíblicas que Edie quiere narrar. Es una narración de un relato perpetuo que permanece invariable en su mensaje esencial desde el origen de los tiempos.
La lluvia cae regularmente, con gotas largas y gruesas pero armónicamente. Del mismo modo, el mar que cubre todas las tierras está tan en calma como los rostros de los animales que más bien forman medallones en el casco de la embarcación. Los colores están contenidos en una gama bicolor apagada de grises y cremas oscuras.
De nuevo, Edie nos transmite la simplicidad de lo binario. El mensaje es simple y esencial. Al final todo camino llega a una bifurcación, las cosas en su última esencia se encuentran con dos opciones básicas.
Con gran eficacia, la ilustración de Edie nos pone ante esa tesitura. Nos actualiza un relato eterno y apela a una reacción no dramática. La inocencia del trazo de Edie nos invita que sea nuestra felicidad la que se manifieste y reaccione.
Lejos de dilemas punitivos ni agonías amenazantes, Edie nos pone ante un relato tan perpetuo como las estrellas al que respondemos desde la ingenua pero profunda simplicidad. Nos invita a celebrar la mirada de nuestro niño interior, capaz de discernir. Edie Harper crea obras que llaman a la pureza de discernimiento que tiene la sencillez vital.