En las pasadas semanas se vivió en los Estados Unidos un interesante debate entre los obispos católicos. El ala más conservadora de los prelados insistía en negar la comunión al presidente Joe Biden, católico practicante, por su postura frente al aborto. Ha dicho que, respetuoso del Magisterio de la Iglesia, y conforme a su conciencia, él no está de acuerdo con esa práctica, pero tampoco con imponer sus creencias a las norteamericanas de su misma religión y, sobre todo, de otras creencias y convicciones.
- ?️ El Podcast de Vida Nueva: Ministras para la historia
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En México, asistimos la semana pasada a dos fenómenos que tienen conexión con el norteamericano. Por una parte, se sigue avanzando en los tribunales civiles para legalizar el uso recreativo de la marihuana y, por otro lado, el Congreso del estado de Hidalgo aprobó la despenalización del aborto, antes de la décimo segunda semana de embarazo.
Tanto en las tierras del “Tío Sam”, como en su vecino del sur, surgieron voces opositoras, lo que me parece natural. Sin embargo, llama la atención que en los dos países se exija a los obispos católicos una mayor beligerancia frente a las autoridades civiles, y que alcen la voz contra tales iniciativas. Desearían la vigencia de la “Teoría de las Dos Espadas”, que sostenía la primacía del poder espiritual -del Papa- sobre el temporal -de los Emperadores-. Olvidan que ya es obsoleta, pero siguen añorando las épocas en que el pronunciamiento de un jerarca eclesiástico era temido por los gobernantes. Hoy no creo que ni siquiera les haga cosquillas.
Prohibiciones
Siempre he sostenido que, en muchos casos, las prohibiciones consiguen el efecto contrario de lo que pretenden como objetivo. Por ello, y asumiendo las palabras de Francisco de Roma -quien citaba a su vez a su predecesor Benedicto XVI-, necesitamos impactar en la sociedad con nuestro testimonio, no con el proselitismo; estamos llamados a atraer no a imponer; debemos ofrecer argumentos y no amenazas.
¿Queremos que no haya abortos y que no prolifere el consumo de enervantes? Planifiquemos, desde las propias trincheras -académicas, sindicales, deportivas, eclesiales, etc.-, programas educativos tendientes a vivir la responsabilidad sexual, a cuidar la propia salud y la de los demás. Que los legisladores velen por propuestas de políticas públicas respetuosas de todos los ciudadanos. Educar, en suma, no criminalizar.
Pro-vocación. Pero vayamos a Europa. El pasado jueves inició en su cargo, como la nueva Secretaria General de la Conferencia Episcopal Alemana, la laica Beate Gilles. Doctora en teología, y primera mujer en ocupar una posición que siempre habían tenido sacerdotes u obispos, goza de una amplia experiencia pastoral y ha declarado, apenas comenzando su gestión, que la pregunta sobre el sacerdocio femenino tiene que ponerse sobre la mesa en el actual proceso sinodal que vive la Iglesia Católica germana. Órale.