El pasado 25 de septiembre El Salvador recibió con tristeza la noticia del fallecimiento del padre Flavian Mucci. No es para menos, estábamos hablando no de una persona extraordinaria, pero también de un legado incuantificable después de 43 años de entrega a una de las obras sociales de mayor impacto para la vida de miles de salvadoreños. El decreto de 3 días de duelo nacional y los múltiples testimonios en redes sociales sobre sus obras, capturan apenas lo que significó la figura del padre Flavian para la Iglesia salvadoreña.
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Desde 1992, fecha en que en El Salvador se firmó la Paz, el padre Mucci fue declarado hijo meritísimo de El Salvador, entre tanta polémica por los reconocimientos, había un agradecimiento social de su liderazgo para acercar de muchas maneras a clases que eran antagónicas en un Salvador profundamente dividido ideológicamente. Habrá sido por el año 1999, cuando recuerdo haber conocido al padre Flavian, en la Cabina de Radio Luz. Apasionado e involucrado en los proyectos que empujaba, había conseguido abrir un espacio exclusivo para difundir la fe católica a todo el país, mediante el espacio radiofónico.
Eran tiempos en los que Radio Luz transmitía “La Onda de Dios” con el deseo de llegar a una audiencia juvenil mediante mensajes en lenguaje accesible como eco al llamado de la Nueva Evangelización, en un país que todavía resentía las consecuencias de la Guerra. Y es que el padre Flavian, entendió muy bien la apuesta de los medios de comunicación desde muy temprano, ya desde 1971 el padre Mucci había ideado el periódico Senderos y más tarde fundado Agape 90.1 FM, sin descanso, además consiguió la concesión de un canal de televisión: Agape Tv Canal 8 en el 2005.
El padre Mucci, encarnaba el espíritu de la obra franciscana, era capaz de mover cielo y tierra para lograrlo, recibió críticas por asociársele con el sector empresarial. En 2009, cuando la Organización Internacional del Trabajo le concedió el premio al Emprendimiento Social se hizo referencia en los medios a este relato: Eran unos días antes de Navidad de 1977 y la vida en la parroquia de la Santísima Trinidad en la ciudad salvadoreña occidental de Sonsonate era extremadamente ocupada. Con sólo dos sacerdotes para manejar el creciente número de bautismos y confesiones típicas del período de Navidad no había un momento libre para relajarse.
El padre Flavian Mucci sabía que la Navidad también era un período solitario para un sacerdote, especialmente para uno cuya familia está a miles de kilómetros de distancia. Había recibido varias invitaciones para cenar, pero no quería pasar la Nochebuena con una sola familia. Quería algo más grande, con más gente. Así que salió e invitó a cada persona sin hogar que vio para una cena de Navidad en la parroquia. Habló con bastantes de ellos, pero nunca imaginó que casi 300 personas se unirían a él. “Ese día aprendí el verdadero significado de la felicidad… No es que no fuera feliz antes, pero este era un tipo diferente de felicidad, una más profunda y significativa. Era una felicidad basada en dar”.
A su muerte 43 años después, lo que comenzó como una simple cena se ha convertido en una obra de gran valor para más de 3 generaciones de salvadoreños y salvadoreñas que se han visto beneficiados con diversos programas sociales, productivos, educativos y espirituales. El padre Flavian, siempre vislumbró un legado que le trascendiera como persona y siguió luchando hasta el final no solo por asistir a las poblaciones más vulnerables, sino por empoderarles a través de la educación y capacitación; dio vida e hizo prosperar muchas otras obras de caridad siendo la central la Fundación Ágape de El Salvador. Dios le concedió una tenacidad y determinación admirable hasta sus últimos días. ¡Que su memoria permanezca en sus obras por muchas más décadas!