Hace unos meses, el papa Francisco escribió sobre cómo el Espíritu Santo se “colaba” a través de la literatura, por lo que debíamos promoverla y cultivarla. Siguiendo esa misma línea, quiero poner en valor toda expresión artística como un verdadero salvoconducto para acercarnos a todos los rostros de Dios.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
La belleza, la armonía, la creatividad, la pureza, la sensibilidad, la verdad, la fraternidad, la paz, la justicia, la complejidad y el amor, con todas sus manifestaciones, se despliegan con más facilidad a través de la pintura, la danza, la música, el teatro, las manualidades y todo lo que permita que el ser humano se conecte con el Espíritu Santo que le habita y lo haga lienzo, composición, coreografía o un objeto digno de contemplación.
Un testimonio para evidenciar
En el corazón de los cafetales, en Colombia, existe una fundación llamada @elcomienzodelarcoiris que se dedica a dignificar la vida de muchas personas mayores y niños a través de los colores, la música y la expresión misma del corazón humano. Incluso frente a adversidades e injusticias, en vez de recurrir a la violencia, organizan carnavales, exposiciones y murales para resistir y luchar como lo hacía el mismo Señor. Si en esa pequeña y sencilla comunidad se han encontrado con Dios/amor a través del arte, cuánto podríamos también cada uno de nosotros estrechar el vínculo con el Señor viviendo este lenguaje que se nos donó.
Adentrémonos en el caleidoscopio del cielo… Contemplar, mezclar, palpitar con cada frecuencia de color, ya sea pintando, observando, tejiendo, hilando, bordando, fotografiando o cualquier otra manualidad, es adentrarse en la esencia misma del Creador. Su belleza e intensidad manifiestan con elocuencia los ritmos de la vida, su diversidad, su infinito de posibilidades y cómo son capaces de gestar vida y felicidad. Solo basta poner a un niño con crayones para ver un pedacito de cielo que acaba de bajar. Cuánto más podemos hacer los adultos convirtiéndonos en los peregrinos de esperanza, como nos pide el Jubileo este año.
La danza
En un mundo que nos empuja a la desconexión de nuestro ser y, por lo mismo, a la deshumanización y separación de los demás y de la naturaleza, bailar se convierte en un atajo maravilloso para entrar en presencia con el Dios que nos habita y que se nos refleja en los demás. No por nada, las tribus más antiguas y toda civilización a lo largo de la historia han cultivado la danza como un modo de trascender y de conectar con la tierra y con la divinidad. Bailemos sin vergüenza en esta Cuaresma. Será como rezar tres veces si lo intencionamos como un diálogo corporal con el Señor.
Los sonidos entretejidos son la amalgama de toda comunidad. A través de las notas musicales podemos hacer puentes que nos sacan del yo ansioso y alienado y nos transportan a un nosotros preñado de paz y armonía. Los instrumentos y la voz humana son cajas de resonancia de los soplos del espíritu que nos permiten acompañarnos, consolarnos, celebrar y sobrellevar las dificultades de la vida con amor y buen humor. Son ecos del cielo que imitamos con mayor o menor destreza, añorando el hogar del que salimos y que volveremos a habitar.
El secreto del arte
Así como los ejemplos que he nombrado, hay miles más. Todo tipo de arte es un salvoconducto a Dios porque nos obliga a ahondar en nuestra interioridad y espiritualidad. Es el vehículo para salir del hacer y llevarnos al ser. Es la contraseña que nos recuerda que somos más que materia, consumo y necesidad; somos seres espirituales viviendo un gran regalo y que no podemos desaprovechar.
Promovamos y cultivemos el arte en todas sus formas porque así humanizamos la sociedad, y por ende, la hacemos más sagrada y consciente de su vocación original. No dejemos que prostituyan el arte como un “producto” más, sino que gestemos obras de amor que nos hagan vivir un Jubileo de verdad.