Apenas platiqué con él una vez, allá por el 2010 -no recuerdo con precisión- en el entonces Distrito Federal, cuando invitado por el CENAMI (Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas), impartí una conferencia a agentes de pastoral laicos, consagradas y presbíteros, que trabajaban en zonas indígenas.
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Me lo presentaron y me llamó la atención su timidez e introversión, pero más la valentía, casi fiereza de su mirada. De origen tsotsil, fue ordenado presbítero -por primera vez con rituales propios de su cultura- y pronto se destacó por su trabajo en la defensa de las comunidades chiapanecas, y por su oposición a la creciente violencia en esa región, que se disputan el Cártel de Sinaloa, el Jalisco Nueva Generación, y el de Chiapas-Guatemala.
Me acordé de él en el 2021, pues leí en la prensa que había sido el mediador durante el conficto armado en Pantelhó, entre los grupos armados El Machete y Los Herrera. Esa intervención le otorgó notoriedad a nivel local y nacional, así como también empezó a recibir amenazas de las mencionadas organizaciones delictivas que trafican con migrantes en aquella zona.
Por ello no me sorprendió que encabezara, junto con los obispos de las diócesis de Chiapas: San Cristóbal de las Casas, Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, más presbíteros, consagradas, agentes de pastoral y fieles en general, la marcha por la paz -en la que participaron cerca de 10 mil personas-, el pasado 13 de septiembre, hacia la catedral de San Marcos, de Tuxtla Gutiérrez.
Y, como lo había anticipado -denunció advertencias hostiles en su contra desde hace meses-, el padre Marcelo fue asesinado el domingo 20 de octubre. Ya se detuvo al presunto ejecutor material, pero nada se sabe todavía de los autores intelectuales.
El asesinato de un sacerdote no es más grave que el de una secretaria, un médico, una ama de casa o un policía. Pero hay que atender al contexto del mismo. Al padre Marcelo lo mataron porque afectaba intereses económicos y políticos, porque ‘pisaba callos’, porque se convirtió en la voz de los sin voz y porque, en último término, fue un promotor de la paz en una región en la que predomina la guerra. Descanse en paz un nuevo mártir de la paz.
Pro-vocación
El papa Francisco no deja de escribir y publicar. Acaba de regalarnos su cuarta encíclica ‘Dilexit nos’ (‘Nos amó’), sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, el amor humano y divino. Contiene cinco capítulos y 220 numerales. Habrá que leerla. Lo haré y compartiré mis reflexiones el próximo domingo. Le anticipo que ofrece una interesante interpretación de lo que significa el corazón -en el capítulo primero-, no solo desde el punto de vista bíblico, sino también antropológico.