En nuestro último encuentro delineamos de manera sucinta el denominado universo del acompañamiento personal, configurado por diversas metodologías y herramientas de conversación que, sin suponer un único camino, buscan apoyar a la persona al logro de objetivos y desafíos particulares.
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Para iniciar una exposición de cada una de las metodologías señaladas con anterioridad en este espacio, platicaremos sobre una primera vertiente que ha tomado impulso en los últimos años y que conviene clarificar ante un sinnúmero de opiniones encontradas y no siempre favorecedoras.
Hoy hablaremos del Coaching y de su interpretación como una novel profesión, disponible para aquellos interesados en desarrollarse como profesionales del acompañamiento personal.
Podemos iniciar nuestro rumbo en esta colaboración, definiendo un primer elemento. El coaching es un tipo particular de acompañamiento personal que busca ayudar y servir a la persona de acuerdo a las propias categorías en que ella considera que debe ser ayudada, a través de la promoción del autoconocimiento y la introspección.
La labor del coach, renunciando voluntariamente a la dirección, al consejo, y a la recomendación a su cliente, es apoyar a que la persona sea capaz de encontrar por sí misma, y en sintonía con los recursos internos con los que cuenta, información e intuiciones valiosas que le faciliten una nueva perspectiva de su realidad para así encarar de mejor forma los desafíos concretos que su existencia, en el día a día, en lo cotidiano y en lo inmediato, le presenta.
Para ello, la persona que desarrolla el coaching se apoya en una estructura de conversación (en formato de diálogo con una duración por sesión y frecuencia de encuentros definida de manera previa), afianzada la exploración del desafío particular desde la búsqueda de la plenitud personal de quien recibe este tipo de acompañamiento.
Una conversación de coaching no es cualquier tipo de conversación, puesto que posee características propias que le distinguen de otras modalidades de acompañamiento personal. Reflexionar sobre dichos rasgos distintivos nos permitirá descubrir su método y sentido en cuanto técnica concreta de diálogo. Veamos cuatro elementos principales.
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Relación interpersonal
En el coaching, se experimenta una conversación que surge y se establece en una relación interpersonal particular, donde la confianza entre las partes, Coach y Cliente, se torna primordial.
Podríamos decir que esto será similar a otras formas de acompañamiento pero, en mi experiencia como coach, he descubierto que la confianza suele tornarse en este tipo de relación interpersonal como una complicidad positiva ante el logro de objetivos concretos.
Hablamos entonces aquí de dos personas “empujando” el aprendizaje ante la posibilidad de lograr las metas de una de ellas.
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Dos experiencias, un solo rumbo
Existe una clara vinculación horizontal entre las partes que configuran el diálogo; ambos participan en la conversación aportando lo mejor de su persona en torno al logro de objetivos concretos previamente pactados y acordados.
El coach es experto en la herramienta conversacional pero, y ante todo, el cliente es experto en su propia vida. El reconocimiento y “acoplamiento” de ambas variables en la relación interpersonal, permitirá que el diálogo se transforme en acciones y resultados verificables en la vida de la persona que ha iniciado un proceso de coaching.
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Enfoque práctico
Se abordan en la conversación asuntos, desafíos, retos, interrogantes y dificultades de la vida práctica de la persona desde una experiencia de aprendizaje, misma que en cada caso favorecerá una experiencia personal de cambio y mejora personal. Se aprende de lo que se hace, de lo que se logra bien y de lo que sale mal en la perspectiva del cliente.
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Consciencia de la vida interior y percepción de la realidad
La conversación de coaching habrá de ordenarse a explorar la vida interna y la perspectiva de la persona sobre su particular forma de comprender y valorar la realidad de su vida; a través del desarrollo de habilidades que le permitirán lograr una meta específica.
La labor del coach, en este rasgo que ahora observamos, es facilitar mediante preguntas efectivas la ampliación de la consciencia del cliente; la labor del cliente será procurar una disposición positiva, una apertura puede decirse, a contrastar la visión personal de su vida en términos de la existencia efectiva de una realidad objetiva que, en cuanto sujeto, le supera y le exige una respuesta.
La realidad no depende al 100% de la percepción individual del cliente: el coach ayuda al cliente a reconocer que habrá algunas situaciones en las que su manera de ver el mundo coincidirá cabalmente con su realidad, pero habrá otras tantas situaciones en las que la percepción particular del cliente y la realidad caminen por rumbos paralelos sin tener intersección alguna.
Será labor del coach, mediante el dominio de la técnica de conversación, permitirle al cliente descubrir puentes, caminos, senderos, atajos, pasadizos, entre su percepción y la realidad que lo rodea y lo define para que, desde renovados ángulos de observación, sea capaz de delinear el rumbo hacia la plenitud personal que reside en sus más profundos anhelos en cuanto persona.
En nuestro próximo encuentro, dedicaremos la atención a continuar la presente descripción del coaching como primera metodología definida en este espacio; abordaremos los tipos de coaching y comentaremos un poco, a modo de cultura general, sobre las diversas escuelas o modelos de coaching que existen como oferta concreta para los profesionales del acompañamiento.
¡Hasta pronto y hasta siempre!
P.D. No desfallezcamos en la oración por la situación actual que atravesamos, continuemos implorando por el pronto paso de esta pandemia y porque sus consecuencias, en diversos ámbitos de nuestra vida, no sean impedimento para experimentar la gracia y bendición de Dios quien, a pesar de las situaciones difíciles, no deja de acompañarnos día a día.