Cuando me “crearon” cardenal, la Embajada española ante la Santa Sede organizó una recepción en honor de los dos nuevos cardenales españoles: Miguel Ángel Ayuso y un servidor. El Estado español estuvo representado al más alto nivel por la vicepresidente del Gobierno, en ese entonces la Sra. Carmen Calvo.
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Cuando la saludé, observé que llevaba una banda con los colores de la bandera argentina, celeste y blanco. Extrañado y con ganas de broma, le dije: “Ché, ¿vos sos argentina?”. Paciente y amablemente, la Sra. vicepresidenta me sacó de la ignorancia: “No, Eminencia; son los colores de la Orden de Carlos III, instituida con estos colores en el siglo XVIII”.
Color de la Virgen
Lo que no me dijo, seguramente porque ni el tiempo ni la circunstancia lo aconsejaban (no voy a pensar que ella lo ignoraba), es que Carlos III, para elegir dichos colores se inspiró en la Virgen, cuyo manto era normalmente coloreado en azul, el color preferido de los nobles, muy caro de preparar y de estampar. Estamos hablando de muchos años antes de que Argentina adoptase esos mismos colores, el azul ultramar y el blanco, para su escarapela y su bandera. Guillermo Furlong, historiador argentino, señala que, “al fundarse en 1794 el Consulado, quiso Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de dicha institución constara de los colores azul y blanco”.
Viene al caso aquí recordar lo que es de muchos conocido –y de algunos pocos voluntariamente ignorado–, al respecto de la bandera europea, tan simple y tan simbólica: 12 estrellas amarillas sobre fondo azul.
La primera reacción es pensar que las estrellas se refieren a los países integrantes de la comunidad, por reflejo de lo que sucede en la bandera estadounidense: una estrella por cada estado. Pero no es así; la bandera europea ha tenido 12 estrellas desde su creación, cuando los países miembros eran solo 6; y ha mantenido la docena cuando los países fueron 8, 9, 13… y ahora 27. Y es que las doce estrellas son las que, según el libro del Apocalipsis, coronan a la mujer que los cristianos identificamos con María, la Madre de Jesús.
Y el color azul sigue siendo el de María. Guinda sobre el pastel: la bandera europea fue aprobada el 8 de diciembre de 1955 por el Consejo de Europa, día de la Inmaculada Concepción. “Quien quiera entender, que entienda”.