Siempre que se ve la polución de una ciudad parece que está lejos pero en realidad está alrededor tuyo y dentro de ti. Es el aire que respiramos. Es el aire que nos envenena poco a poco. 5,5 millones de personas cada año en el mundo ven acortada su vida por culpa de la contaminación urbana. El caso es que cuando uno la contempla, parece lejos, muy lejos. Todo lo malo parece que es de otro.
Hace poco subí con un amigo de Philadelphia a lo alto de un edificio en el centro de mi ciudad. Nos maravillamos con las vistas privilegiadas que se extendían ante nosotros. La metrópolis aparecía a media mañana esplendorosa: el vivo rojo de los ladrillos, la blancura de sus monumentos, el dinamismo de sus grandes avenidas pero… ¿qué era esa neblina a lo lejos? ¿Se acerca tormenta? No. Era la contaminación estancada que flotaba sobre las periferias. ‘Está lejos’, le dije disculpándome. Me miró extrañado. ‘No, es verdad –me di cuenta–, está aquí’.
Haz el experimento. Sube al edificio más alto de una gran ciudad y mira al horizonte. A menos que haya llovido días antes, podrás ver una niebla parduzca a lo lejos. La verás en el horizonte en todas direcciones. Curiosamente, en todos los lugares menos donde tú estás. Fíjate en uno de esos barios lejanos y vete allí. Súbete a otro edificio o a un promontorio. De nuevo tendrás la misma sensación: allí donde tú estabas antes ves claramente la polución, pero no donde tú estás ahora. Es el efecto visual de la polución.
El efecto polución consiste en que uno nunca ve la polución en el punto que está. Siempre es algo que afecta a los demás. Y, sin embargo, estás en ella y está en ti.
Nuestra conciencia funciona de forma parecida: los grandes problemas siempre son de otros. Nos parece que la familia tiene problemas pero nuestra familia está bien. Nos parece que la gente está demasiado enganchada a los teléfonos móviles pero la inmensa mayoría consideramos que nosotros sí hacemos un uso razonable del aparato. Creemos que el mundo es hostil, individualista y consumista, pero esa polución nunca está en nosotros ni nuestro alrededor. Los grandes problemas siempre parecen de otros. El neoliberalismo, el cambio climático, el acoso sexual o el populismo siempre parece que suceden al otro lado del planeta, en otros países o en otros grupos sociales. Sin embargo, igual que en el efecto polución, estamos en medio de los problemas, nos rodean y los respiramos.
Por eso necesitamos la mirada de los otros para comprendernos, para saber cómo vivimos realmente. Mirando solos simplemente desde nuestra atalaya no vemos la masa de polución en la que estamos. Necesitamos la mirada del otro, que nos refleje y revele no solamente cómo está mi mundo sino quiénes somos de verdad.