C.S. Lewis escribió en ‘Los cuatro amores’ que “lo que lleva a la gente a ser amigos es que ven la misma verdad. La comparten”. Esta declaración filosófica de Lewis bien podría ser el enfoque de los diálogos de Francisco con cualquiera, incluyendo el empuje ecuménico para la unidad de los cristianos. El próximo sábado veremos un clásico ejemplo del “ecumenismo de amistad en acción” de Francisco, cuando el Pontífice se una a las cabezas de las Iglesias cristianas de Oriente en Bari (Italia) para un día de oración por la paz.
Bari es el sitio lógico para esta iniciativa. Su basílica contiene las reliquias de San Nicolás, venerado a partes iguales por los católicos y ortodoxos, y lugar de peregrinación para muchos católicos orientales, lugar de cita para encuentros ecuménicos. De hecho, hay una capilla ortodoxa en esta basílica, y se celebra la liturgia ortodoxa de manera habitual en el altar de la tumba de San Nicolás. Por todo ello, Bari es la ciudad ecuménica por excelencia.
Francisco ha invitado a los patriarcas y cabezas de todas las Iglesias orientales y comunidades cristianas, católicas y ortodoxas, a unirse a él en Bari, están o no en comunión con Roma. En este momento, no sabemos quién viene –especialmente si el Patriarca Kiril de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que suele estar presente en los actos ecuménicos– aceptará la oferta del Papa.
Tenemos que remontarnos a 1991 para encontrar un acto similar, cuando el Papa san Juan Pablo II invitó a representantes de los países involucrados en la primera Guerra del Golfo a Roma para unirse a la oración por la paz. En aquella ocasión, sin embargo, fueron solo cabezas de las Iglesias católicas las que fueron invitadas, no sus homólogos ortodoxos.
Ecumenismo de sangre
En el pasado, el diálogo ecuménico ha tenido un enfoque teológico y eclesiológico, explorando los diferentes conceptos de salvación, los sacramentos, la ordenación de ministros o la interpretación bíblica. El problema de este acercamiento es que parece que siempre pone el acento sobre las cosas en las que se disiente, aunque haya un sincero deseo de pisar un terreno común entre los que toman parte en este ejercicio.
Francisco, obviamente, parece tener un concepto diferente del camino para la unidad de los cristianos, y cree que comienza con la acción común en aquellas áreas en las que las Iglesias ya están de acuerdo y tienen valores compartidos. Evidentemente, Oriente Medio es un caso claro.
Cualquiera que se haya movido en círculos cristianos del Oriente Medio sabe que los vínculos ecuménicos entre los creyentes de a pie son profundos, con mucha gente indiferente –o a veces inconsciente– de las distinciones nominales que parece que se ciernen largamente en otros lugares. Ese sentido de causa común nace del sentimiento de compartir una identidad como minoría sitiada frente a una vasta mayoría islámica.
Como es bien sabido, la población cristiana en esa región ha ido menguando en los últimos tiempos, y en Irak y Siria la amenaza que afronta la cristiandad es existencial. En otros lugares como Egipto o Líbano, las minorías cristianas no están en riesgo de supervivencia, pero afrontan una serie de enormes desafíos, así como brotes crónicos de violencia y represión. Los opresores de la cristiandad generalmente no hacen distinciones entre las diferentes ramas de la familia cristiana, como tampoco hacen los mismos cristianos. Francisco ha hecho referencia a este vínculo muchas veces como un “ecumenismo de sangre”.
Tal y como Francisco lo ve, unirse para hacer algo en nombre de los creyentes que sufren del oriente Medios es, no solo valioso en sí mismo, sino también una ruta más rápida y más fiable para la unidad que el manido diálogo teológico.
Ecumenismo de la amistad
Recientemente, el arzobispo de Bari-Bitonto, Francesco Cacucci, explicó la visión ecuménica del papa en un ensayo publicado en el mensual Vita Pastorale: “Bajo la perspectiva del Santo Padre, la comunión entre las Iglesias no es solo el fruto de una búsqueda y un camino común, sino la entrada para una declaración conjunta de paz”.
El obispo predijo que la oración compartida del próximo sábado “nos ayudará a sentirnos como un pueblo cristiano que contempla, con la misma mirada de fe y amor, la tragedia humanitaria que envuelve al Oriente Medio entero”.
Cacucci sostuvo que la urgencia de la situación en el Oriente Medio, que afecta a todos los cristianos por igual, combinada con el legado ecuménico de Bari, convertirá el acto del 7 de julio en un punto de inflexión.
“Si en esas tierras los cristianos viven el ecumenismo del martirio porque el derramamiento de sangre cristiana no hace distinciones confesionales, el “ecumenismo del pueblo” en Bari nos permite presentar al Señor, unidos, la oración por los sufrimientos de la vida, bajo la intercesión de San Nicolás, ‘el milagroso’”.
Queda por ver qué diferencia, si la hay, marca la oración del sábado para el Medio Oriente, una región que, por razones internas y externas, parece que tiene una singular habilidad para defraudar cualquier intento de reducir hostilidades y traer la paz. En sí misma, la reunión representa un paso fundamental en la campaña de Francisco hacia un ecumenismo de la amistad, que, como Lewis describía, nace de la búsqueda de la misma verdad, y en este caso, de querer hacer algo juntos.