Estamos en una sociedad en la que se sobrevalora el triunfo. Buscamos a personas triunfadoras que tengan éxito, que consigan lo que quieren, que alcancen aquello que desean. La Real Academia de la Lengua define éxito como “resultado feliz de un negocio, actuación, etc.” y como “buena aceptación que tiene alguien o algo”. Aunque parezcan dos cosas independientes la una de la otra no lo son tanto.
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Buscamos el éxito porque él supone que nuestras empresas, nuestra vida, todo aquello que realizamos, tiene el resultado final que nosotros pretendíamos o que los otros esperaban. Hay una idea previa de cuál es el objetivo que pretendemos alcanzar y en el caso de que lo logremos, nos referimos a nuestra actuación como exitosa. Cuando, además, este resultado es el esperado no solo por nosotros sino también por los demás, la consecuencia más natural de ello es la aceptación que recibimos de los otros.
De hecho las personas exitosas suelen ser reconocidas por la sociedad, algunos hasta intentan imitarlas, seguir su estela, su ejemplo, intentar triunfar como han hecho ellas. La cultura y el mapa de sentidos colectivo nos habla sobre qué es lo mejor, cuál es el objetivo que debemos perseguir y aquellas personas que lo consiguen son entronizadas por la voz popular y admiradas por las personas que les rodean.
En una sociedad economicista como la nuestra, el éxito se cuantifica. Algunos piensan que aquello que no se puede cuantificar no vale la pena. Recuerdo una entrevista de trabajo que hice de joven cuando trabajaba en la Cámara de Comercio de Valencia. Era para entrar en un banco de inversión. La persona que me entrevistaba me dijo que en mi empleo de aquel momento no tendría nunca un elemento objetivo para saber si mi trabajo estaba bien hecho o no, pero que en su empresa, siempre sabría si estaba realizando una labor correcta porque podría contabilizarlo en forma de beneficios para la empresa y de complementos salariales para mí.
Medir el éxito
El éxito lo medimos por los ingresos obtenidos, por la cantidad de seguidores que tenemos en las redes sociales, por los resultados de nuestros negocios, por los altos salarios que recibimos, por la cantidad de propiedades que tenemos, por el número de publicaciones científicas que hemos publicado en revistas de prestigio, etc. Cuanto más, mejor, lograr más cantidad de lo que sea es la medida del éxito.
Y cuando triunfamos, nos sentimos contentos con nosotros mismos, estamos satisfechos con lo que hacemos o con lo que conseguimos y logramos reconocimiento social. Por eso hay tanta bibliografía en el mercado que nos pretende enseñar como tener éxito. Triunfar es algo que impregna el paradigma economicista en el que vivimos pero también tiene su lado oscuro que descubriremos en la próxima entrada de este blog.