Cada cultura posee una riqueza propia que se manifiesta a través de sus tradiciones, costumbres, lenguajes, expresiones artísticas, y prácticas religiosas, estas manifestaciones culturales no solo reflejan la identidad y los valores de un grupo, sino que también contribuyen al patrimonio global, proporcionando una diversidad de perspectivas y soluciones creativas a problemas comunes; en esta línea, hablamos de la importancia del genio de las culturas, por esas características únicas, creativas y distintivas, esa “fuerza vital” que cada cultura aporta a la humanidad y es de suma importancia para la Iglesia, pues enriquece su diversidad y profundiza su universalidad.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Formando líderes serviciales
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Esta integración y valoración de las distintas tradiciones culturales en las prácticas de fe, la Iglesia no solo honra la identidad y el patrimonio espiritual de cada comunidad, sino que también facilita un acceso más cercano y significativo a lo sagrado, así lo reflexiona y propone, el punto 3 del “Informe de síntesis” del sínodo (inciso m), indicando: “Otras expresiones de la oración litúrgica, como también las prácticas de la piedad popular, en las que se refleja el genio de las culturas locales, son elementos de gran importancia para favorecer la implicación de todos los fieles, para introducir gradualmente en el misterio cristiano y para acercar el encuentro con el Señor a quien tiene menos familiaridad con la Iglesia”.
Desde este enfoque, se subraya la importancia de valorar todas las formas de oración comunitaria, no limitándose exclusivamente a la celebración de la Misa, indicando una apertura y reconocimiento de la diversidad litúrgica y cultural presente en la Iglesia, por tanto desde la Teología Pastoral debe, abrazar y celebrar esta diversidad como una manifestación del Espíritu Santo actuando en diferentes contextos culturales, donde el genio de las culturas es fundamental, porque permite a la Iglesia integrar y valorar las diversas tradiciones culturales dentro de la práctica de la fe.
Evangelio inculturado
Esta integración enriquece la experiencia espiritual y fortalece la identidad comunitaria, facilitando un acceso más profundo y significativo a lo sagrado, porque al valorar las prácticas de piedad popular y otras formas de oración comunitaria, la Iglesia puede responder de manera más efectiva a las necesidades pastorales específicas de cada comunidad, promoviendo una fe vivida auténtica y contextual, no solo fortaleciendo la participación y el compromiso de los fieles, sino también fomenta la inculturación del Evangelio, haciendo que la fe sea verdaderamente universal y accesible a todos.
Estas diversas formas de oración comunitaria a la que invita el Sínodo son herramientas pedagógicas valiosas para introducir a los fieles en el misterio cristiano, -que necesitamos aprovecharlas en distintos ámbitos como la catequesis, la pastoral familiar, …- porque a través de estas prácticas, los creyentes pueden experimentar y comprender de manera progresiva y concreta los aspectos más profundos de su fe. Estas expresiones de devoción actúan como puentes que facilitan el acceso al misterio de Cristo, especialmente para aquellos que tienen menos familiaridad con la liturgia oficial de la Iglesia.
Es así, que, para muchos fieles, especialmente aquellos que pueden sentirse alejados de la liturgia formal de la Iglesia, las prácticas del genio de las culturas manifestadas en la piedad popular ofrecen una forma accesible y significativa de experimentar a Dios, donde estas prácticas permiten a los creyentes conectar con lo sagrado a través de símbolos, ritos y tradiciones, que les son familiares y queridos, haciendo que el encuentro con el Señor sea más cercano y personal. Valoremos, preservemos y potenciemos este genio de las culturas, porque es fundamental para el enriquecimiento de la humanidad y para el fortalecimiento de nuestra Iglesia en introducir gradualmente al misterio cristiano.
Por Marcial Riveros Tito. Teólogo y Contador Público