El grito desesperado de El Kaa, un pueblo católico de Líbano: “Por favor, ayudadnos”


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Situado al norte de Líbano, a pocos minutos de la frontera con Sirial, el pueblo católico greco-melquita de El Kaa se enfrenta a múltiples amenazas existenciales, incluyendo el extremismo islámico, una crisis económica severa y la llegada repentina de 1.500 refugiados sirios cristianos a una población de solamente 2.500. Pese a todo, están decididos a quedarse, con una nueva Iglesia en auge y símbolo de su resistencia.

Aunque el destino de los cristianos es en mayor o menor medida precario por todo el Medio Oriente, pocos sitios acumulan tantos desafíos como este pequeño pueblo, pegado a la frontera de Siria. El pueblo fue fundado hace 450 años por un príncipe libanés que necesitaba un centro de intercambio comercial para la ruta entre Beirut y Alepo. Un inteligente mandatario druso se lo confió a los cristianos y así ha permanecido hasta ahora.

Aquellos tiempos idílicos pasaron y hoy El Kaa sufre serias amenazas. Para empezar, es un pueblo cristiano rodeado de ciudades chiítas y asentamientos dominados políticamente por Hezbollah. Aunque los cristianos  dicen que siempre se han llevado bien con los vecinos chiítas y que no ven a Hezbollah como una amenaza, también saben que si hubiera una amenaza anti cristiana, estarían solos.

El ISIS está cerca

Además, dada su situación en la frontera, están en el ojo del huracán cada vez que hay tensiones. La sangrienta guerra civil libanesa empezó en esta área, y cuando las tropas sirias se desplegaron en la frontera para ocupar una franja del territorio, pasaron por El Kaa. También viven con la convicción de que el ISIS está activo en la zona y puede volver en cualquier momento. En el verano de 2016, un bombardeo del ISIS destruyó el pueblo, matando a cuatro personas.

Amalia Awad, delante del altar que su hijo a construido en honor a su padre, asesinado por el ISIS

Amalia Awad, delante del altar que su hijo ha construido en honor a su padre, asesinado por el ISIS

Si todo esto no fuera suficiente, los recursos del pueblo se han visto mermados por olas de cristianos de Siria, refugiados que llegan allí por la proximidad. Antoun Fadel, un vecino que es profesor en la escuela del pueblo, dice que ya hay casi 1.500 refugiados en El Kaa, además de los 2.500 residentes libaneses.

Finalmente, han sentido de manera especial los efectos de la depresión económica libanesa, y muchos de sus jóvenes se han ido a Beirut o al extranjero en busca de trabajos que no tienen en casa. Para ellos, es muy doloroso ver cómo la situación económica de sus vecinos chíies ha mejorado gracias a la ayuda extranjera, como Irán, y los suníes también reciben capital extranjero, normalmente de Arabia Saudí, mientras que ellos están solos.

“No nos iremos, este es nuestro hogar”

Viendo esto, uno se puede imaginar que el deseo de los cristianos sería el de huir, buscar otros lugares con menos riesgo y más oportunidades. A esto, Amalia Awad responde: “No nos iremos nunca, porque este es nuestro hogar”.

Y ha pagado un alto precio por esta tenacidad. Su marido, Boulos Ahmar, conductor de autobús, fue uno de las víctimas mortales del bombardeo de 2016. Desde su muerte, ha desarrollado una diabetes y sufre altísimos niveles de estrés. Y no puede permitirse comprar las medicinas que necesita.

Sus hijos también están traumatizados. Su hijo mayor Elias, de 20 años, se niega a llevar ropa que no sea de su padre, mientras que su hija de 16 no puede dormirse si no tiene una camisa suya en la almohada. (Awad explica que esto es muy inusual, porque la costumbre es tirar las pertenencias del difunto inmediatamente después del fallecimiento).

“Mi marido dio la vida por El Kaa”

Antes de la muerte de su marido, tenían unos ingresos de 700 dólares al mes, –insuficiente para ahorrar nada, pero sí para vivir–. Ahora, dice, el ingreso es cero, y ella y sus hijos dependen de la limosna de sus vecinos.

Justo después del ataque, recibieron alguna ayuda tanto del Gobierno como de la Iglesia, pero eso ya terminó. Va más allá: “La gente de este pueblo es pobre, no pueden ayudarnos más”. Por ello está muy preocupada de lo que puede ocurrir este invierno, cuando la temperatura caiga, tengan que pagar la calefacción y no haya dinero.

Aún así, Asad insiste que nunca ha pensado en irse. “Nunca pensé así”, dice hablando en árabe. “Estamos demasiado unidos al pueblo. Incluso durante la guerra del Líbano, no nos fuimos y no nos iremos nunca”. Dice que sus hijos piensan como ella y más tras la muerte de su padre, pues creen que dio su vida por este lugar.

250.000 dólares para la Iglesia de San Jorge

Esta determinación parece ser ampliamente compartida aquí. Durante la guerra civil en Líbano, hace unos cuarenta años, la gente de El Kaa empezó a construir una nueva iglesia dedicada a San Jorge, el protector de los cristianos. Todavía trabajan en ella, porque aunque la iglesia principal está terminada, rematan el nuevo centro pastoral que, según una tradición libanesa, también se usará para ceremonias, como bodas y funerales. El equipo de trabajo necesita 250.000 dólares para terminar el proyecto.

Para Fadel, la iglesia es un símbolo de la determinación de estos cristianos de no verse desarraigados de sus hogares. “La cristiandad nació en Oriente Medio, los cristianos siempre han estado aquí”, dice. “Hemos sobrevivido a guerras, a todo, y sobreviviremos al final”, subraya.

Dalida Mater, otra vecina, no es tan optimista. Comenta que ahora mismo muchos cristianos están vendiendo sus tierras a los vecinos chiíes porque no tienen otra manera de llegar a final de mes. Las comunidades chiíes se están beneficiando de nuevas industrias, escuelas, hospitales y otros servicios básicos gracias a la ayuda exterior y están capeando el temporal, pero los cristianos no, según explica.

“Nos han olvidado” dice Fadel con tristeza. Y añade: “Nos han olvidados otros cristianos y los grandes actores internaciones. Los cristianos deberían ayudarnos para conservar nuestras tierras cristianas”. Cree que países como Irán o Arabia Saudí intentan “islamizar” Líbano, país que hoy en día es visto como la última esperanza para los cristianos en la región, ya que hasta ahora, musulmanes y cristianos han coexistido pacíficamente. Pero, como me han hecho ver durante la entrevista, esta también era la situación de Siria no hace ni diez años. “Necesitamos vuestra ayuda. Por favor, ¡ayudadnos!” es la súplica final de Fadel.