Leo que mi admirado José Ignacio González Faus (JIGF) no votó por Yolanda Díaz en las recientes elecciones españolas. ¿La razón? Uno imaginaría que por diferencias con su plataforma política o su plan de gobierno. Quizá también por sus posiciones sobre migración y aborto.
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Pues no. El afamado teólogo decidió no sufragar por la candidata de Sumar… “simplemente por sus vestidos”. No fue una decisión tomada a la ligera. El jesuita no la apoya en dos razones, una social, pues su elegante ropa es fabricada en países como Bangladesh, con crueles condiciones laborales, y otra feminista, pues daría la impresión que con semejantes atuendos lo que se busca es agradar a los varones.
Compartiendo, en principio, los argumentos de JIGF, creo que podrían redimensionarse en este caso y otros semejantes. Es decir: ¿debemos juzgar a las personas por su apariencia exterior? El clásico refrán “como te ven te tratan” parecería confirmar esa tesis.
Sin embargo, me parece que podemos ir más allá del ropaje que cubre a las personas, y tratar de penetrar en su interior para escudriñar sus pensamientos y deseos.
Un ejemplo. Acabo de asistir a la ordenación de un obispo. Fue alumno mío y desde seminarista se distinguió por una notable capacidad académica y una todavía mayor sencillez. Al verlo con sotana morada, bonete, solideo, anillo, casulla dorada, báculo y mitra me dio la impresión de que era otra persona, y no el brillante joven que resplandece por su humildad. Asumo, y no estimo equivocarme, que él se sentía tan incómodo con tal indumentaria como yo extrañado al observarlo.
¿Tal ajuar lo ha convertido en un pastor lejano a sus fieles, sin ese olor a oveja que les ha pedido a los obispos el Papa Francisco?
Estoy seguro de que no. A pesar de tal uniforme confío en que ponga al servicio de la comunidad todos sus dones, aunque tenga que portar prendas de otras épocas que, ojalá, algún día desaparezcan.
Así entonces, y a diferencia de lo que piensa mi estimado JIGF, conviene recordar que el hábito no hace al monje.
Pro-vocación
Acaba de fallecer, a los 56 años, la irlandesa Sinéad O’Connor, la cantante que rompió una foto de Juan Pablo II en televisión, para protestar contra los abusos infantiles por parte de jerarcas católicos. Su vida estuvo marcada por la tragedia: sufrió problemas de salud mental y hace 18 meses se suicidó su hijo de 17 años. Su polémico gesto visibilizó un problema que se quiso esconder durante décadas. Descanse en paz.