Hay temas que, los toques por donde los toques… son “charcos” de los que difícilmente sales indemne. Pero, si lo que mueve es el dolor por las víctimas inocentes de guerras y conflictos… hay que mojarse.
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Pues bien, todo lo que atañe a la situación de Oriente Próximo, al conflicto israelí-palestino y a la invasión de Gaza, es uno de esos charcos. Y ya cuento con opiniones de que, lo que hoy escribo es “imposible” o, incluso, perjudicial y peligroso.
Militarizar las soluciones
En los últimos años, estamos asistiendo a un recrudecimiento de los conflictos bélicos y a un rearme por parte de la humanidad. No son pocas las veces que se habla de la antesala de una 3ª Guerra Mundial, o una 3ª Guerra Mundial “a pedazos”, como afirma Francisco. Desde nuestra formación política publicamos hace unos meses un artículo sugerente y bastante completo titulado ‘Suenan tambores de guerra’.
En ese contexto, a cualquier persona sensata le es fácil deducir que dicho rearme no puede ser garantía de paz, ni si quiera por el carácter disuasorio o preventivo que se le quiera adjudicar. Más bien al contrario. A más armas… más posibilidades de salidas cruentas y violentas. Sin ir más lejos, lo que se está viviendo en Gaza, en Ucrania y/o Sudán, tendría otras dimensiones si hace tiempo se hubiera optado a escala mundial por un “decrecimiento” en la producción y venta de armas. Pero, de aquello barros… estos lodos. Lo que se decide hoy, condiciona muy mucho el futuro a corto, medio y, largo plazo.
Y me pregunto, ¿es imposible transitar hacia un planeta menos armado y militarizado? Sería muy oportuno que la respuesta fuera afirmativa y que solo nos “armásemos de valor hasta los dientes, porque amar es cosa de valientes” que canta Jorge Drexler.
¿Soluciones imposibles para conflictos inevitables?
Y eso mismo me pregunto para con el conflicto palestino-israelí, que tan trágicas dimensiones ha tomado en los últimos meses, y donde el 99% de las víctimas lo son por las decisiones de personas que viven a salvo en sus despachos, búnkeres o fortalezas.
¿Es imposible dar pasos, progresivos, medidos, hacia un estado único donde todos los que aman la misma tierra -Santa- puedan convivir en paz y de manera constructiva? Mi intuición es que, si queremos generar soluciones auténticas y sostenibles en el tiempo, hemos de abordar la “imposible” reconciliación entre unos y otros… Y eso, me temo que no va a suceder con la solución de los dos estados, que solo visibilizará y enquistará más aún “los muros” entre ambas identidades y poblaciones. No quita que sea un paso necesario en estos momentos, justo y sujeto a derecho tras los muchos requerimientos de la ONU y otras instancias. Pero hay que trabajar mucho más allá. Hay que trabajar para que israelíes y palestinos -sean unos y otros musulmanes, judíos, cristianos o ateos- puedan compartir territorios, derechos y responsabilidades dentro de la misma comunidad, y afronten juntos su progreso humano, económico y ético.
“Un imposible” me dirán muchos. O, incluso, algo “contra natura” y perjudicial -como meter en la misma habitación dos gallos de pelea-.
Sin embargo, un imposible necesario, para que el “nuevo sueño de fraternidad y amistad social no se quede en las palabras” (FT6).
¡Ay cuando nuestra política pierda su mirada utópica, la que impulsa a caminar!
Por eso, yo apuesto por ir dando pasos, poquito a poco, entre todas las partes -desde el cuidado y los procesos de sanación y de reconciliación-, para el nacimiento de PALESRAEL O ISRAELISTINA, o como queramos llamarlo.
Empecemos hoy… y, mañana, estaremos más cerca.