Hasta ahora, el papa Francisco ha ido acumulando muchos apodos en los medios y las charlas populares, que van desde “el Papa del pueblo”, o “el Papa de los pobres”, pasando por “el Papa de las periferias” y “el Papa de la misericordia”. Tal vez deberíamos añadir a esta extensa lista otro apodo no tan “molón” como “el Papa de la rehabilitación”.
Hay varios casos de personas que previamente fueron sospechosos, problemáticos o desacreditados, cuyas fortunas se han visto renacidas en la era Francisco. Por grupos, mencionaremos a los teólogos de la liberación y las monjas americanas; por individuos, el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga o el alemán Walter Kasper de Alemania.
Y si el Pontífice acepta la reciente sugerencia de la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura, podremos añadir el nombre de Pierre Teilhard de Chardin –científico jesuita, filósofo y teólogo– a la cuenta de rehabilitados del Papa.
El pasado 18 de noviembre, la mayoría de la Asamblea votó recomendar a Francisco revocar la ‘monitum’ –o advertencia oficial– impuesta a la obra de Teilhard por la Sagrada Congregación del Santo Oficio, la precursora de la actual Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1962. Esa ‘monitum’ fue confirmado por el Vaticano en 1981, en el centenario del nacimiento de Teilhard.
“Creemos que tal acto (la revocación del ‘monitum’) no solo rehabilitaría la fuerza genuina del pío jesuita en su esfuerzo para reconciliar la visión científica del universo con la escatología cristiana, sino que también representaría un formidable estímulo al modelo antropológico cristiano el cual, siguiendo las indicaciones de la encíclica ‘Laudato sí”, se sitúa naturalmente con la maravillosa historia del cosmos” declaró la asamblea.
Un teólogo ‘Laudato sí”
Teilhard, que murió en 1955 a la edad de 73 años, era un jesuita francés que estudió paleontología y participó en el descubrimiento, en la era de los años 20, del “hombre de Pekín”, un hallazgo que parecía confirmar la evolución gradual de la especie humana. Teilhard también estuvo vinculado al descubrimiento en 1912 del “hombre de Piltdown”, en Inglaterra, que luego se descubrió que era un fraude.
Sobre su trabajo científico, Teilhard desarrolló una teología evolutiva afirmando que toda la creación evoluciona hacia un “punto Omega” que él identifica con Cristo como ‘Logos’ o “Palabra” de Dios. En ese sentido, Teilhard amplió el concepto de la historia de la salvación para abarcar no solo a las personas sino al universo entero. Abreviando, el pensamiento de Teilhard se convirtió en el punto de partida obligatorio para cualquier consideración católica sobre el medioambiente.
Pero para ser honestos, en lo que se refiere a la rehabilitación de la reputación de Teilhard, ya ocurrió hace mucho tiempo. En 1966, justo cuatro años después de la ‘monitum’, el beato Pablo VI hizo un discurso en el que dijo que Teilhard era un científico que “escrutando lo material, sabía cómo encontrar lo espiritual” y que había ofrecido “una explicación del universo capaz de revelar la presencia de Dios en él, los trazos de un principio inteligente y creador”.
Alabado por los últimos pontífices
En 1981, el entonces secretario de Estado de Juan Pablo II, Agostino Casaroli, publicó un artículo en L’Osservatore Romano, en el centenario de su nacimiento, alabando la “sorprendente resonancia de su investigación, así como la brillantez de su personalidad y la riqueza de su pensamiento”. Casaroli escribió que Teilhard había anticipado la llamada de Juan Pablo II “no tengáis miedo”, abrazando “cultura, civilización y progreso”.
En 2009, el papa Benedicto XVI públicamente alabó su noción del cosmos como un “espíritu vivo”. En ese tiempo, el portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi dijo: “Ahora, nadie podría decir que Teilhard es un autor heterodoxo que no debería estudiarse”. Y Francisco, le citó positivamente en la nota al pie 53 de ‘Laudato sí” dando a entender admiración por su legado.
En un comentario de la sesión final del Vaticano II (1962-65), un joven Joseph Ratzinger, que luego sería el papa Benedicto XVI, se quejó de que la ‘Gaudium et Spes’, la “Constitución pastoral de la Iglesia en el mundo moderno”, minimizaba la realidad del pecado debido a una influencia sobre todo francesa y específicamente “teilhardiana”. Ratzinger, y muchos de sus colegas tras el Vaticano II sentían que algunos teólogos franceses, inspirados por la visión de Teilhard, llevaban gafas de color de rosa, desatendiendo la doctrina del pecado original y el impacto del pecado en un mundo en decadencia.
Inspiración de muchos teólogos del siglo XX
Más tarde, algunos de los más provocadores y controvertidos teólogos católicos del siglo XX, como el P. Diarmuid O’Murchu, P. Thomas Berry, el sacerdote exdominico Matthew Fox, Rosemary Radford Ruether y Brian Swimme, declaraban haber recibido inspiración de Teilhard, lo cual dejaba mal sabor de boca entre los pensadores más conservadores y los perros guardianes de la ortodoxia.
No obstante, nada de esto ha reducido la estima que le han tenido a Teilhard desde las altas esferas en la Iglesia. En 2017, por ejemplo, el arzobispo italiano Celestino Migliore, que era por entonces el Observador Permanente del Vaticano en la ONU y hoy es el enviado papal a Rusia, me dijo que cuando tenía oportunidad de ir a Nueva York, visitaba la tumba de Teilhard en Poughkeepsie y rezaba sobre su visión de la “cristificación” del cosmos. Irónicamente, el terreno donde Teilhard está enterrado, un cementerio jesuita que fue parte de un noviciado jesuita, es hoy en día propiedad del Instituto Culinario de América.
Por todo ello, si Francisco decide aceptar la recomendación para levantar la ‘monitum’ de 1962, no significará mucho en términos de cuánto se leerán sus escritos realmente en los círculos católicos, pero tendrá un importante valor simbólico. Sería una declaración, quizá, sobre cómo la Iglesia, a pesar de su comprensible prudencia a la hora de proteger el depósito de la fe, al final hace justicia con los pensadores que le sirven. También sería una declaración de apertura al mundo de la ciencia, y sin duda sería apreciado por científicos que siempre han considerado a Teilhard como uno de los suyos. Rehabilitar a Teilhard sería algo muy de Francisco… Y, por supuesto, le daría al Papa otra oportunidad para hacer algo por un colega jesuita.