Si hay algo que provoca molestia generalizada es la del predicador que no practica sus sermones y solo es de la boca para afuera. No sé si habrá existido el famoso Cura Gatica y pobres de los sacerdotes que dignamente llevan este apellido, pero en Chile ya todos lo conocen como un inconsecuente empedernido.
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Considero que la inconsecuencia es uno de los defectos humanos que más rechazo produce, quizás porque todos lo somos un poco y no nos gusta vernos en el espejo. En el fondo del alma, todos sabemos cuál es el camino correcto, pero no siempre tenemos la fortaleza para mantenernos en ese rumbo. Nos juegan malas pasadas los temperamentos, la voluntad, las emociones, los pensamientos…y hacemos o decimos lo que no quisiéramos. “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”, dice San Pablo.
Quizás para justificarnos, criticamos así permanentemente a los “Curas Gaticas” que discursean de ayudar a los más necesitados, de que todos tenemos la misma dignidad y derechos, que la familia hay que construirla así o asá, que la felicidad se conquista por aquí y no por acá, pero vemos que muchos de ellos no viven eso… cuando les atañe en forma personal.
Amar para formar
Para conquistar la coherencia entonces, creo que hay que partir por no discursear a nadie. Bajarse del pódium que nadie nos ha dado y comprender que cada uno actúa desde una historia, que hay que amar en primer lugar para luego poder formar.
Sin embargo, sin dejar de tomar en cuenta este lado de la medalla en donde cada uno de nosotros debiera trabajar, creo que también el “Cura Gatica” tiene su lado B. Cada vez que he escrito algún texto, creado un cuento o compuesto una canción, nunca he dejado de sentirme un poco como el célebre cura. Escribo muchas veces y a veces he cantado sobre las claves de cómo ser feliz, de cómo adquirir sabiduría, de las formas de encontrarse con Dios en la vida diaria, de vivir confiados en su voluntad, de estar alegres contra viento y marea, y la verdad es que la mayor de las veces estoy a años luz de que me resulte. Un “Cura Gatica” de tomo y lomo; es más siempre he dicho, que escribo lo que anhelo, no lo que poseo. Y en parte creo que es un buen comienzo; el lado B del famoso curita. Desde el minuto que nuestra conciencia quiere hacer un cambio, que nuestra alma desea entregarse a la voluntad de Dios, que nuestra mente quiere controlar las tonteras que se le pasan por la cabeza, considero que ya hemos partido un camino de bendición. Además, al querer tanto algo, de alguna manera lo vamos ideando en nuestro espíritu y materializando para un futuro mediato. Es como lanzarnos un boomerang de “bendición” que queremos vuelva a nosotros y nos pegue en la cabeza produciendo la transformación.
Si los pensamientos son palabras y las palabras son performativas de la realidad, podemos decir que mentalmente vamos dibujando y diseñando en nuestro cerebro los trazados con que nos disponemos a vivir y todas las percepciones que tengamos de la realidad dependerán de los conceptos mentales que tengamos de ella. Por ejemplo, se ha observado que en las personas que tienden a caer en emociones depresivas, sus neuronas han hecho tantas veces ese camino que, si no se hace un esfuerzo consciente, el cuerpo se irá inevitablemente por ahí. Por eso es tan bueno el “Cura Gatica”; en la medida que al menos empiece a pensar cosas buenas y tratar de alcanzar niveles más elevados de conciencia, toda su estructura irá tendiendo hacia ello y más temprano que tarde podrá alcanzar la meta… ¡Eso espero! Y sino, que Dios me perdone.