El mundo frente al pesebre


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El recién concluido 2016 no ha sido un año fácil. En muchos casos se ha llegado a un punto crítico, situaciones que el Papa no se ha cansado de denunciar y que no se han tomado en serio. La globalización se ha convertido en una constante. El equilibrio mundial se ha roto y nadie sabe cómo reconstruirlo. Francisco ya alertó de que las principales amenazas eran la explotación indiscriminada del medio ambiente y, especialmente, el fenómeno de la migración.

Entre las víctimas de la guerra y la migración, las mujeres lo son por partida doble. Además del sufrimiento como seres humanos, se suma su debilidad por el embarazo, la lactancia y los hijos. Pero, sobre todo, porque son víctimas de la violencia sexual en cualquier contexto, no solo en el Estado Islámico: por los vencedores de las batallas, por los guardias fronterizos o quienes vigilan los campos de refugiados, incluso por sus propios compañeros emigrantes. Cada vez llegan más mujeres embarazadas por sus violadores. Para algunas, ni siquiera alcanzar Europa supone el fin de la tortura: basta ver las calles de nuestras ciudades, salpicadas de jóvenes obligadas a prostituirse.

Pero de este dolor no se informa. Como mucho, se busca resolver estas vejaciones con la distribución de anticonceptivos. Y es que el culto mágico a los anticonceptivos lleva a plantearlos como la llave para la emancipación de la mujer en el despegue económico del Tercer Mundo. Lo mismo sucede con las violaciones.

Ante estos hechos, hay quien se comporta como si la violencia sexual fuera un peaje inevitable. Incluso las mujeres occidentales permanecen calladas mientras denuncian el “techo de cristal” que les impide llegar al poder, o debaten sobre los burkas y el velo, en un intento de averiguar cuál es la mejor solución “feminista” que salve su identidad.

Afortunadamente, hay otras muchas mujeres –especialmente religiosas– que salen al rescate de las víctimas, pero aún falta una mayor denuncia pública para poner fin a este escándalo.

La Iglesia misma, sensible al sufrimiento del mundo, todavía no ha denunciado estos hechos de forma conjunta. Sería un primer paso para frenar una impunidad y un silencio que perpetúan el abuso.

Publicado en el número 3.018 de Vida Nueva. Ver sumario