Apenas un año después de su toma de posesión, el obispo decide hacer una encuesta a sus diocesanos para elaborar el plan pastoral. Pero le interesa también saber qué piensan, qué necesitan y esperan los que nunca han pisado una iglesia o han dejado de frecuentarla. Por eso, ha hecho un cuestionario, más sencillo, también para ellos.
A bote pronto, se me ocurren algunas preguntas con las que se puede encontrar el obispo si a quienes van dirigidos los cuestionarios se toman la molestia de contestarlos. ¿Quién no ha oído en su entorno, en su comunidad, en el trabajo, en un bar, en una sala de espera, estas preguntas-suspiro que no esperan respuesta?: ¿Cómo resucitar la ilusión de quien un día se acercó a la parroquia a echar una mano y se la ahogaron con formulismos burocráticos? ¿Cómo explicarle a esa joven madre primeriza que la misma entidad que defiende con ahínco la familia, le quiere escatimar su reglamentaria hora por lactancia en el colegio religioso en el que trabaja? ¿Por qué están siempre a la defensiva? ¿Es que no les gusta nada de esta sociedad? ¿Por qué predican fraternidad y despellejan a un Papa que no les gusta? ¿Para cuándo una duda o una pregunta sin respuesta? ¿Por qué se es del mundo cuando conviene al bolsillo y nos subimos a la nube cuando toca teorizar? ¿Cuándo sucumbieron a la letra? ¿Para quiénes hablan?…
Seguro que el nuevo obispo de Osma-Soria, Abilio Martínez, experto pastoralista, ha lidiado más de una vez con esta munición para el desencanto. Razón de más para agradecerle que, cuando otros creen que ya han llegado a la meta, él quiera volver a empezar, a intentarlo desde abajo, a seguir poniendo la oreja, en línea con lo que les está pidiendo este Papa de acercarse a los alejados, de salir a buscar al que falta, aunque a veces se enfaden los que ya están y se burlen los que no quieren ir.