El joven Fran Morales, de 24 años, estaba trabajando en el Polígono industrial de Toledo. Subió a una escalera en condiciones tan inseguras que cayó y se fracturó mortalmente el cráneo. Su ‘corpus’ quedó tendido. Cada día mueren en España dos personas por accidentes laborales. La precarización del trabajo –preocupación principal de jóvenes y familias–, conlleva mayor inseguridad laboral y es responsabilidad de gobiernos, sindicatos y patronales un nuevo contrato social. El joven fallecido era hijo de un conocido directivo de la Federación Empresarial Toledana: símbolo de que la precariedad corroe todo el tejido social.
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La Archidiócesis se ha unido decididamente a la lucha contra la siniestralidad a través de su Delegación de Pastoral del Trabajo y ha apoyado la denuncia de la Asociación de Víctimas de Accidentes Laborales de Toledo (AVALTO). La delegación publicó la única declaración recogida en prensa nacional y se movilizó junto con AVALTO por un trabajo decente que evite muertes. Además, la Iglesia toledana celebró una misa funeral junto a la familia de Fran, con presencia del arzobispo, la delegación de Pastoral de Trabajo y AVALTO. Las luchas sociales justas beben de la fraternidad entre todos que culmina la eucaristía.
Prioridades humanas
Ante el ‘corpus’ del joven trabajador, el arzobispo Francisco Cerro denuncia la inseguridad en el trabajo como un modo de explotación (‘Una pastoral obrera con corazón’, p.20) y llama a la unidad de todos para buscar soluciones porque “el mundo del trabajo es una prioridad humana y, por lo tanto, es una prioridad cristiana” (Francisco).
Esta buena práctica eclesial muestra cómo la movilización ciudadana y la celebración cristiana convergen, dialogan y se fecundan. Cuando la Iglesia se compromete fraternalmente en las prioridades humanas muestra más transparente el Corpus de Cristo.