Cuando el Vaticano anunció el jueves que el papa Francisco había nombrado un nuevo portavoz, la primera reacción sugirió que la maniobra no inspiraba muchas ganas de potenciar el papel de la Oficina de Prensa. El papa nombró a un laico de 43 años que ha trabajado para dicha oficina durante la última década, y que es conocido principalmente por sus recortes organizativos, su encanto y su dominio de los idiomas (incluyendo un inglés de acento británico impecable). Con todas estas cualidades, a los observadores les ha parecido como una opción por un funcionariado competente más que por un tiburón auténtico.
Pero para hacer de abogado del diablo, me gustaría ofrecer un breve resumen de la historia reciente de la comunicación vaticana. Hace treinta y cinco años, un Papa de tierra extranjera nombró un nuevo portavoz, laico, quien venía de aquel “nuevo movimiento” en la Iglesia favorito del pontífice. El resto, como dicen, es historia, ya que el laico español Joaquín Navarro Valls le dio forma a la narrativa global de Juan Pablo II de manera magistral durante más de veinte años.
Por lo menos, en lo que a biografía se refiere, es un caso que la historia puede estar repitiendo con Matteo Bruni. Bruni sustituye a otro laico italiano, Alessandro Gisotti, quien ostentaba el cargo como interino desde que el veterano periodista americano Greg Burke se despidiera el pasado diciembre. Burke, casualmente, es miembro del Opus Dei, como Navarro Valls.
Su afiliación fue un gran respaldo para Navarro, ya que Juan Pablo II era un gran fan del grupo fundado por San Josemaría Escrivá en España en 1928. El papa polaco, quien se hizo adulto tras el Telón de Acero y fue muy crítico con su adoctrinamiento sobre el trabajo y la lucha de clases, admiraba la espiritualidad del trabajo que defendía el Opus. Una gratitud que demostró declarando al Opus Dei como prelatura personal en 1982, beatificando a Escrivá en 1992 y canonizándole en 2002.
“Francisco ha actuado como su propio portavoz”
En parte por estos antecedentes, en parte por su perfil como periodista competente en su cargo de presidente del Club de Prensa Extranjera de Roma, y en parte por su fuerte personalidad y devoción sin límites, Juan Pablo II confió en Navarro y le dio prácticamente libertad total, lo cual, por supuesto, es la llave del reino para cualquier líder.
Y porque el Papa lo tenía a su espalda, Navarro pudo ejercer un liderazgo real en el mundo vaticano y ser tomado en serio por los periodistas que lo cubrían. A menudo ponía información en marcha o la detenía a medio camino, en parte repartiendo información privilegiada o permitiendo el acceso a figuras clave (y de ambos tenía en abundancia).
Si Bruni podrá tener la misma influencia, es pronto para decirlo, en parte porque no está tan claro que Francisco se tome la comunicación corporativa o a su portavoz seriamente. Desde el principio, Francisco ha actuado como su propio portavoz, utilizando canales no oficiales y hablando de forma clara sin consultar a sus expertos en comunicación. Sus tres portavoces hasta ahora -Lombardi, Burke y Gisotti- a menudo se veían tan sorprendidos como cualquiera por la última “bomba” papal.
Un personaje querido por los periodistas
Pero ahora Francisco parece un poco más disciplinado con los medios. Sus conferencias de prensa en el avión de vuelta de sus viajes no han provocado delirios del tipo “¿Quién soy yo para juzgar?” durante un tiempo y parece más decidido a dejar a su portavoz establecer el tono y llevar el debate. Si Franciso está buscando sacar más partido del papel del portavoz, Bruni parece que ha encajado en el casting.
Para empezar, es miembro de la Comunidad de Sant´Egidio, que es más o menos a Francisco lo que el Opus era para Juan Pablo. Francisco admira los esfuerzos de Sant´Egidio en la defensa de los pobres e inmigrantes, sus logros en la resolución de conflictos y su compromiso en el diálogo ecuménico e interreligioso.
Bruni se refirió a esos antecedentes en una entrevista con Vatican News, y decía que se ha formado de su experiencia con “los pobres de las periferias de Roma y del mundo, con la Comunidad de Sant’Egidio, desde el instituto”. Desde luego, las acciones de cualquier portavoz suben cuando el jefe piensa que te mueves en los círculos correctos…
También ayuda el hecho de que su trabajo anterior incluía la gestión de la logística de los viajes para la prensa en el avión papal. Es un “marrón” de los buenos, poco agradecido, pero Bruni es un personaje querido por los periodistas por su natural tranquilidad y disposición de servicio.
Por supuesto, el paisaje de los medios ha cambiado significativamente desde tiempos de Navarro. En su día, si podías influir en la opinión de un puñado de periodistas, eras el dueño del relato. En un mundo dirigido por las redes sociales y los blogs, es un partido totalmente diferente. El tiempo dirá, pero por lo menos uno puede decir que Bruni parece tan bien posicionado como cualquiera para inspirar la confianza del papa.