José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

El papa Francisco: ¿nuevo Cid Campeador?


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Cuenta la leyenda, creada por un monje en el siglo XIII, que Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador (1048-1099), ganó su última lid después de muerto, venciendo a los moros y arrojándolos al mar. Triunfador en muchas batallas -no como el Aureliano Buendía de ‘Cien años de soledad’ que perdió las 32 que promovió-, luchó siempre por su propio beneficio, al grado de que hoy se le podría considerar un mercenario.



Pero eso no fue lo que contribuyó a su mito, sino el prestigio que adquirió como un feroz guerrero, un líder sin igual -según Arturo Pérez Reverte en su libro ‘Sidi’- pero también como un santo, al punto de que durante el reinado de Felipe II (1556-1598) hubo un intento por canonizarlo que no prosperó.

Recordé a este personaje, estelarizado por el inolvidable Charlton Heston y acompañado por Sofia Loren, en la película ‘El Cid’, de 1961, ahora que nos enteramos de los denodados esfuerzos por insistir en la no renuncia del papa Francisco, en su pronta recuperación. Así lo hicieron en esta semana personajes tan encumbrados como el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado; el prefecto de la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, ‘Tucho’; el decano del Colegio Cardenalicio, Giovani Battista Re; y el fundador de la comunidad de Sant’Egidio, Andrea Riccardi. En el mismo tenor opinaron el arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella, y el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, el arzobispo Vincenzo Paglia.

Con mayor o menor énfasis, y demostrando más deseos que conocimiento de optimistas diagnósticos médicos, ellos aseguran que Francisco de Roma seguirá mucho tiempo más al frente de la barca de Pedro. Como decimos en México, “que nadie se confunda -parecen sostener los jerarcas citados-: tenemos Papa para rato”.

El papa Francisco, en el encuentro con Vida Nueva

Y es natural, que ya por simpatías teológicas y pastorales hacia el pontífice argentino, ya por el necesario respaldo institucional al que les obligan sus posiciones en la estructura eclesiástica, quieran salir al paso de “los cuervos que vuelan hacia Roma” -Riccardi dixit- y rezan por el final de este pontificado, con el que nunca han comulgado.

Pero, más allá de este necesario respaldo, y de los datos duros que nos hablan de un cuerpo gastado por los años, ya 88, y varias enfermedades, el pronóstico de una larga y sana vida por delante está por verse.

Muchos, yo entre ellos, quisiéramos que su recuperación sea total, que continúe con y amplíe sus reformas -quizá con un poco de más apremio-; que siga impulsando esta Iglesia misericordiosa, de puertas abiertas y en salida, preocupada por el medio ambiente e intolerante ante los abusos infantiles; que avance en una mayor inclusión de mujeres, minorías y alejados; que concluya el Jubileo. Por ello pedimos todos los días.

Pero si ya no puede, es innecesario e inhumano exigirle un esfuerzo que resulta imposible de sobrellevar. No lo subamos al caballo, como al Cid, para encabezar una guerra que, ojalá, le tocará a otro comandar.

Pro-vocación

Medios católicos conservadores sostienen que el ‘Tucho’ Fernández, en conferencia para la Facultad de Teología Católica de Colonia, Alemania, afirmó que la Iglesia “se opone a los cambios de sexo”. No añaden lo que el cardenal argentino, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, dijo textualmente: “Hay casos fuera de la norma, como una fuerte disforia que puede llevar a una existencia insoportable o incluso al suicidio. Estas situaciones excepcionales deben evaluarse con mucho cuidado”.