Cualquier buen maestro sabe que la educación es una parte creatividad y luego mucha repetición. Presentas una idea creativa una vez y es fresca y original. Después de eso, la repites una y otra vez, haciendo que tus alumnos piensen en ella, la desmenucen y la vuelvan a unir, hasta que se convierte en memoria muscular. El papado es, en cierto sentido, el “bolo” educativo más grande del mundo, por lo que no sorprende que los papas lancen sus grandes y nuevas ideas al principio y las repitan una y otra vez hasta que se convierten en parte de la memoria católica.
Las señales apuntan a que, según nos aproximamos a la marca de los cinco años de papado el próximo mes, hemos entrado en la fase repetitiva de su plan de estudio. Muestra de esto fue el pasado jueves, cuando el pontífice acudió a la Basílica de San Juan de Letrán, que una vez fuera sede papal, a encontrarse con sacerdotes y diáconos de la Diócesis de Roma.
La ocasión era, obviamente, importante para Francisco. Empezó escuchando sus confesiones durante 45 minutos, especialmente de los curas jóvenes, y luego una hora contestando preguntas, todas improvisadas y sin apuntes. Después, se fue al seminario romano y almorzó con cerca de 70 seminaristas. El evento, como muchos otros en los que el Papa se involucra de verdad, se estructuró en un formato pregunta-respuesta. En este caso, los sacerdotes representando diferentes etapas en la vida –recién ordenados y jóvenes, mediana edad y mayores– hacían preguntas a las que Francisco respondía.
En lugar de una especie de serie de “grandes éxitos” de los temas principales del Pontífice, lo que surgió fue un fuerte énfasis en una idea central: la importancia del diálogo, que ha sido un asunto clave en el mensaje papal desde el principio. Su insistencia en el diálogo con los que no comparten convicciones católicas se ha visto reflejado, por ejemplo, en sus intercambios con el veterano periodista italiano Eugenio Scalfari, renombrado no-creyente, y crítico habitual de las posiciones católicas en asuntos sensibles.
“Dialogar con el mundo sin miedo a la realidad”
Oímos hablar a Francisco bastante sobre el diálogo y esto no era noticia. Sin embargo, el hecho de que escogiera el encuentro con sus soldados de primera línea en Roma para hablar sobre ello de nuevo, indica cuán importante es que la Iglesia absorba la lección. Entre otras cosas, enfatizó la importancia del diálogo con el mundo. Hablando a los sacerdotes mayores en particular, Francisco les animó a dialogar con el mundo “sin miedo a la realidad” incluso si es diferente del pasado, porque siempre tiene “algo bueno que viene del Espíritu”.
El Papa incluso cargó las tintas sobre lo que ve como “algo bueno” del mundo post-moderno. “Hay una gran concienciación de los derechos humanos y la dignidad”, dijo. “Hoy, nadie puede imponer sus ideas, la gente está más informada, hay valores de equidad, tolerancia y libertad para expresarse uno mismo tal como es, y la coexistencia social es más sincera y espontánea.
La llamada al diálogo del Papa, sin embargo, no terminó con el mundo. También urgió a los sacerdotes a “dialogar con sus propios límites”, como parte de un examen más amplio de conciencia. La manera correcta de hacer las paces con el pecado, dijo el Pontífice, no es decir “oh, sí, he tenido este problema, lo confesé y se acabó”. El perdón está ahí, pero tienes que dialogar con esa tendencia que te llevó a pecar de orgulloso, vanidoso, cotilla… “¿Qué me llevó a esto? Dialoga con tus límites, percíbelos”.
Es más, dijo el Papa, ese diálogo no puede ser enteramente interno, también debe abrirse en conversación con un guía espiritual. “Este diálogo, para que sea eclesial, debe tener un testigo, alguien que me ayude a discernir”.
“La gente tiene la necesidad de ser escuchada”
Como nota al pie, diré que la afición del Papa por la repetición también se extiende a su sentido del humor. Hablando sobre la confesión, aconsejó a los sacerdotes y diáconos buscar un confesor misericordioso, y añadió: “Mejor si está sordo”. Francisco ha utilizado este chiste del confesor sordo en múltiples ocasiones, más recientemente en un discurso a los empleados del Vaticano el 21 de diciembre cuando bromeaba que “el mejor confesor está sordo, así no te hace sentir vergüenza”.
Sobre la importancia del diálogo, Francisco dijo que “la gente, hoy, tiene la necesidad de ser escuchada” y llamó a los sacerdotes a un “acercamiento pastoral de la escucha”. Nada de esto resultará nuevo a cualquiera que haya escuchado a Francisco antes. El mero hecho de que lo ha convertido en familiar, indica lo decidido que está a que se consolide.