José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

El Papa no deja de ser jesuita


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Muchos de mis formadores en el seminario fueron, a su vez, moldeados por los jesuitas. Entre las frecuentes anécdotas que me contaban, recuerdo una, reaparecida en mi mente a raíz del reciente viaje del papa Francisco.



Los jesuitas son tan astutos, y hábiles para la esgrima conceptual, que si tú le preguntas a uno: ‘¿Existe Dios?’, él te responderá de inmediato: ‘Depende’. Ante nuestro evidente azoro, y cuando le replicábamos que cómo era posible tal contestación, victorioso, se regodeaba explicando: ‘Sí, depende de qué entiendas por Dios. Si lo concibes como un juez, un policía o un mago, no existe. Si, en cambio, lo ves como el Padre de Jesucristo, entonces no dudes de su existencia'”.

Tales malabares los veo en Francisco de Roma, quien no puede negar ‘la cruz de su parroquia’: es jesuita. Van dos ejemplos.

Antes de dejar Singapur, y regresar a Roma, se encontró con jóvenes en el Catholic Junior College y, acorde a la atmósfera interreligiosa e intercultural que ha caracterizado su lejano periplo, afirmó: “Hay un solo Dios y existen varios caminos y lenguas para llegar a Él. Todas las religiones son un camino para llegar a Dios, y como Él es Dios para todos, todos entonces somos hijos”.

El papa Francisco, en el encuentro con jóvenes de Singapur

El papa Francisco, en el encuentro con jóvenes de Singapur

Con esta habilidad ecuménica corta de tajo cualquier intento, casi siempre del lado católico, de proclamar nuestra fe como la única verdadera, y de ver a las demás religiones como erróneas. Podremos dirigirnos a Dios con diversas oraciones, y nombrarlo también con diferentes títulos, pero es el mismo para todos. Lejos quedaron aquellos tiempos en los que, desde el mismo Vaticano, se entorpecían los esfuerzos para encontrarse con otras iglesias cristianas, o con creencias judías, musulmanes, orientales. Esta posición nos acerca, nos hermana.

Y ya en el vuelo de vuelta, al referirse -aunque no con su nombre- a Kamala Harris que apoya el aborto, y a Donald Trump que cierra las puertas a los migrantes, afirmó que ambos hechos son pecados graves, crueldades que van contra la vida.

Sin embargo, ante la extendida tesis de grupos católicos, que se sienten llamados a negar su voto para ella y él en las próximas elecciones norteamericanas, sentenció: “Hay que votar. Y hay que elegir el mal menor. ¿Cuál es el mal menor? ¿Esa señora o ese señor? No lo sé. Cada uno debe pensar y decidir según su propia conciencia”.

Acudir a la tesis del mal menor no siempre es políticamente correcto, pero el papa Francisco la asume en vez de llamar a la abstención electoral. Pero sugerir que sea la propia conciencia la impulsora de la decisión final, es lo que deberíamos hacer todos los confesores, facilitadores, couches, y demás fauna racional asesora: invitar a que los demás tomen sus propias decisiones, de acuerdo a su conciencia bien formada, sin imponer nuestros criterios.

Pro-vocación

México es un polvorín. Desde Sinaloa hasta Chiapas, pasando por Nuevo León, mi estado, el narcotráfico está en la calle, generando violencia e intranquilidad entre la población. ¿Las autoridades? Nada más mirando o, como en el caso del todavía presidente Andrés Manuel López Obrador, negando la gravedad de los hechos. Han sido los obispos los que han levantado la voz, para defender a su pueblo.