El Papa y el Plan Pastoral de la CEE


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Pepe LorenzoJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“La Conferencia Episcopal esperará al magisterio papal que nos deje la JMJ para incorporarlo a las directrices de su nuevo Plan Pastoral, marcado por la Nueva Evangelización. Bueno, eso significa que, al menos, saldrá algo y no sucederá como con el nonato documento episcopal sobre la crisis, que duerme en un cajón arrumbado por las incomprensiones”.

La Conferencia Episcopal esperará al magisterio papal que nos deje la JMJ para incorporarlo a las directrices de su nuevo Plan Pastoral, marcado por la Nueva Evangelización. Bueno, eso significa que, al menos, saldrá algo y no sucederá como con el nonato documento episcopal sobre la crisis, que duerme en un cajón arrumbado por las incomprensiones.

Porque lo que es seguro es que Benedicto XVI hablará de los retos de la Iglesia en España, como ya lo ha hecho antes, y seguirá ahondado en reflexiones para ese nuevo anuncio, en métodos y ardores, del que tan necesitados andamos. Y lo hará de manera enérgica, pero también propositiva, como ya hizo en Compostela y Barcelona.

Si algo ha hecho este Papa es animar a la labor evangelizadora de la Vieja Europa. Es decir, que material en el que inspirarse, hay de sobra. Sin ir más lejos, durante su viaje, en mayo pasado, a Aquileia-Venecia.

De su discurso son estas líneas: “En este contexto [de pluralismo cultural y religioso], que en cualquier caso es el que la Providencia nos da, es necesario que los cristianos, sostenidos por una ‘esperanza fiable’, propongan la belleza del acontecimiento de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, a cada hombre y a cada mujer, en una relación franca y sincera con los no practicantes, con los no creyentes y con los creyentes de otras religiones. Sois llamados a vivir con esa actitud llena de fe que se describe en la Carta a Diogneto: no reneguéis nada del Evangelio en el que creéis, sino estad en medio de los demás hombres con simpatía, comunicando con vuestro propio estilo de vida ese humanismo que hunde sus raíces en el Cristianismo, dirigidos a construir junto a todos los hombres de buena voluntad una ‘ciudad’ más humana, más justa y solidaria”.

Así pues, de momento, haríamos bien en desterrar el lenguaje catastrofista que siguen dictando algunas pastorales y declaraciones episcopales y mostrar un amor sin condiciones al mundo y a sus criaturas. No todo a nuestro alrededor es muerte, pecado y vileza. Ni tampoco los cristianos somos siempre un ejemplo a seguir.

En el nº 2.760 de Vida Nueva.