Varias veces, me he cruzado con personas de partidos políticos que han usado la expresión “va todo dentro del mismo paquete”, en referencia a las facetas del hacer político con las que tienen que comulgar aunque no les gusten…, porque van de la mano de otras que sí.
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Peajes que pagar
Una de esas veces, en una conversación informal con una persona que ostenta un cargo político en “primera línea”, me decía casi con pesar que, aceptar cosas que iban contra su visión de la vida, sus principios o sus valores, etc. “era el peaje que tenía que pagar para poder trabajar en otros frentes”. Sin más. Y lo peor es que, tras esas afirmaciones, yo atisbaba “cero problemas” de conciencia.
Si hay que tragar con algo… se traga. Y, aparentemente, por un “bien mayor”.
Es cierto que, todo en el ámbito de la gestión pública es complicado: tomar decisiones acertadas en cuestiones complejas no resulta fácil; resolver dilemas éticos con claridad meridiana es muy difícil; contentar a todo el mundo… imposible; ser siempre fiel a la palabra dada… una heroicidad. Pero aun así, mucho de la construcción de un mundo pleno de humanidad y de una sociedad en la que valga la pena vivir, depende de ello. De saber a qué se puede renunciar, y a qué no bajo ningún concepto.
Sin ir más lejos, ¿cómo puede vivir en paz consigo misma, quien se encarga de dar o de ejecutar las órdenes de bombardear tal o cual lugar de Ucrania, Gaza o Líbano, sabiendo que van a morir personas inocentes?
O, ¿cómo pueden usarse de herramientas de presión política y mediática temas que afectan a personas vulnerables, como la cuestión migratoria que estamos viendo estos días en las instituciones europeas o españolas?
¿Y cómo puede alguien que dice meterse en política para ayudar a la construcción de una sociedad más fraterna, aceptar o promover actuaciones, pronunciamientos, acusaciones, etc. basados en bulos, manipulaciones, informaciones faltas de rigor, como sucede cotidianamente en la política nacional, etc.?
“Pues… pudiendo”, que diría la otra.
Tragar con todo
Y es que, la militancia política se ha convertido en un “tragar con todo” para poder conservar el poder, el estatus, el gobierno… o hacer oposición.
No dejo de repetir cuando tengo ocasión, que las formaciones políticas están llenas de personas buenas y con buenas intenciones, pero ante quienes se acaban imponiendo las siglas y los colores, que son máquinas de destruir conciencias, honor, moral… Y, o se dobla la rodilla y se cede, o se acaba tirando la toalla y saliendo “por patas”. Obviamente, con excepciones. Pero pocas.
Estos días estoy disfrutando de ‘Lo pequeño es hermoso’, del economista germano-británico del siglo pasado F. Schumacher. Dice él que “una de las tareas más importantes para cualquier sociedad es distinguir entre los fines y los medios para los fines, tener un punto de vista coherente y el acuerdo correspondiente acerca de esto”.
Qué cierto y qué urgente.
En política, necesitamos personas que vivan, escrupulosamente, el ser coherentes entre lo que creen y lo que hacen, entre lo que hacen y lo que dicen.
Y que manden a la porra el resto del ‘paquete’.