Jesús Manuel Ramos
Coordinador de la Dimensión Familia de la Conferencia Episcopal Mexicana

El peligro de la comodidad


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Buscando entrevistar a personas que compartieran su testimonio en el apostolado, me encontré hace algunos años con un matrimonio del sureste de México, el cual dedicaba los fines de semana completos para promover la evangelización de las familias en una comunidad rural, lo que les requería realizar una travesía de varias horas entre cerros y senderos selváticos. En aquella comunidad se habla aún una lengua autóctona, por lo que se hacían necesarios los servicios de un traductor del español al náhuatl. La situación económica de este matrimonio no era cómoda, y sin embargo, aportando mucho de lo poco que tenían, se dedicaban con constancia y entusiasmo a esa hermosa tarea.



Por supuesto, quedé asombrado por ese gran esfuerzo, que se antojaba titánico para un matrimonio en sus condiciones. Y, sin embargo, ellos compartían sus experiencias con la simplicidad, alegría y hasta inocencia de quien tiene la certeza de que sólo hace lo que debe de hacer. ¿Por qué otras personas en mejores circunstancias no están decididas a afrontar desafíos en la búsqueda de su plenitud?  Y ya no hablo de retos semejantes a los del caso anterior, sino de al menos, dedicar un par de horas a la semana para compartir sus experiencias, para crecer interiormente y para servir a los demás.

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Así, se descubre una de las más peligrosas facetas del enemigo: la comodidad.  Con mucha frecuencia se busca la ruta de menor resistencia en el camino de la formación. Es común considerar que el apostolado es un “peso adicional” a la carga de la vida cotidiana y por ello se le reste importancia. Frente al servicio, se exigen situaciones convenientes y a modo para evitar el desgaste. ¿Es que acaso el éxito se puede lograr sin la disciplina? ¿La educación se puede alcanzar sin el estudio? ¿La perfección se puede alcanzar sin la práctica? ¿La felicidad sin el esfuerzo?

Abandonar nuestras comodidades para encontrar plenitud

Jesús nació en un pesebre. Su familia tuvo que huir a Egipto. Seguramente tuvo que trabajar para sostener a su madre. Dedicó tres años y cientos de kilómetros recorridos a su ministerio. ¿Pudo haber sido más cómoda la redención? Es probable que sí, pero el Señor nos enseña que, lo que vale la pena, también merece nuestro mejor esfuerzo.

En el servicio a los fieles, nos hacemos ilusiones esperando que, con una charla de cuatro horas, los novios aprendan lo necesario respecto al sacramento del matrimonio y la forma de construir su iglesia doméstica. Deseamos condensar un Kerigma cristiano en unas cuantas horas para que no canse a los participantes. Preparamos un evento anual con los jóvenes, para no aburrirlos con temas formativos periódicos. Y en esos escenarios, me pregunto si estamos buscando la comodidad de los participantes o la nuestra. En ambos casos estaríamos cometiendo un grave error.  

Si entendemos que el servicio es una obra de amor, y también entendemos que el amor, más allá del sentimiento, es la voluntad de procurar el bien de aquel a quien se ama; entonces podemos concluir que el servicio, tanto al interior de nuestras familias como hacia la comunidad, implica la voluntad de abandonar nuestras comodidades para encontrar plenitud en el otro. Entre tanta y tanta gente con la que he convivido, no me he topado con alguien que haga un esfuerzo adicional en el servicio y se sienta triste por ello. Al contrario, todos valoran el tiempo invertido en su propia formación y en su entrega generosa por los demás.

Nuestra zona de confort no aportará nada nuevo en nuestras vidas, en cambio, hacer un esfuerzo adicional, disciplinarnos y salir a descubrir nuevos horizontes en el servicio a nuestras familias y a los demás, es un camino prometedor a nivel personal, familiar y espiritual.

Así que, discúlpame si no te deseo un nuevo año lleno de comodidades; más bien te deseo un nuevo año lleno de retos que te lleven a alcanzar nuevas metas, con abundantes desafíos que te hagan abandonar tu zona de confort, con situaciones demandantes que te lleven a crecer y fortalecerte. Te deseo un año en el que descubras que sólo exigiéndote más y entregando más, es como encontrarás la realización personal. El camino para tu plenitud pasa por una puerta estrecha, pero la puerta está abierta de par en par para ti.