Lo vio claro, se lo decían los políticos todos los días. La historia estaba predeterminada y tenía una dirección inexorable. Lo que teníamos que hacer era adaptarnos a esa dirección, intentar ajustar nuestras decisiones a lo que era el ritmo de la historia y prepararnos para el camino que nos llevaría a triunfar en la vida.
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Y eso supone estudiar, tener una carrera universitaria, sin ella no se puede hacer nada, no se alcanza ningún trabajo con un nivel de ingresos que sea mínimamente atractivo. Otra cuestión importante es conocer idiomas, si no sabes inglés no llegas a nada le decían sin parar. Es necesario poder hablarlo para moverse con soltura en este mundo globalizado, para encontrar cualquier trabajo.
Esfuerzo
Pero no solo basta con la formación y con los idiomas, además hay que realizar un gran esfuerzo, porque este siempre lleva su propia recompensa. No había más que ver el ejemplo de muchos deportistas de los que se ensalzaba su capacidad de sacrificio, de haber entrenado muchas horas para poder lograr estar en el lugar en el que estaban. El esfuerzo era otra de las claves.
Pero él llevaba siguiendo estas indicaciones toda la vida. Había sido un buen estudiante, entró en la carrera que deseaba, estudió idiomas, pudo salir a otro país europeo con un programa Erasmus, tenía una cualificación mayor a la de cualquier persona de su familia en cualquier momento de la historia. Sin embargo, con casi treinta años estaba sin trabajo fijo, sin un salario digno a final de mes, realizando cursos y más cursos, formándose sin parar y enlazando práctica tras práctica.
Y claro, todos pensaban que si estaba así era por culpa suya, porque algo habría hecho mal, porque siempre se podían encontrar conocidos de su edad que no estaban en esa situación. Sin embargo, él era consciente de que no era una excepción, sino que su situación era generalizable a muchos jóvenes que vivían situaciones parecidas a la suya.
Mientras seguía escuchando como fomentaban desde las instancias públicas la formación, el esfuerzo, el estudio continuado, él se daba más cuenta de que era un perdedor, de que las fórmulas de siempre no servían, de que esta sociedad le dejaba a un lado, le rechazaba, le culpabilizaba por estar como estaba y no tenía en consideración sus opiniones.
Solamente esperaba que alguien se diese cuenta que esto no podía continuar así, que había que cambiar las cosas, que teníamos que reorganizarlo todo para que los perdedores pudiesen encontrar su oportunidad, para que las personas como él no tuviesen que hundirse en la miseria, para ser reconocido por los demás y poder ser importante para la sociedad.