El pin parietal que tienta a la Iglesia


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La legislatura apunta maneras sin necesidad de llegar a los cien días. En dos semanas, el ruido y la furia se posicionan ya en los extremos que cavan la izquierda y la derecha y ahora se esgrime a los niños como mazas con el pin parental, una ocurrencia de Vox que abre un atajo para hacer de la capa de cada cual el sayo que cubra sus miserias.



Y hablando de retales, debería cuidarse la Iglesia de entrar a un trapo que le es muy atractivo. Se lo agitan los mismos a los que acunó en la época de Zapatero, con la Educación para la Ciudadanía y la ley de matrimonios homosexuales.

Dicen las autoridades de Madrid, las mismas que tontean con Vox los días impares, que en esa comunidad no existe peligro de adoctrinamiento LGTBI. Y deben saberlo, porque el PP aprobó allí la “ley contra la LGTBIfobia”, el mismo PP cuya dirección nacional reclama ahora la paternidad del pin.

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Poco importa que Escuelas Católicas lo considere también innecesario. Para los promotores –los mismos que reclamaron la objeción a la ‘asignatura estrella’ del anterior presidente socialista–, esos centros han cambiado hace tiempo el evangelio por un par de recalificaciones y aparcamientos subterráneos.

No creo que haya especiales motivos para la alarma. Las bodas gais no han acabado con las familias ni son la causa de que los jóvenes ya no pasen por el altar. Ese fue el ‘pin parietal’ que quisieron instalar en las cabezas con sus soflamas los que hoy agitan el árbol de la confrontación por un quítame allá a esos pervertidos, como si fuesen el nuevo coronavirus que llega de China.

El pin de Vox, además de reverdecer esperanzas de marzo de obispos que añoran la pancarta, enconará aún más el rechazo a la presencia de la religión en la escuela pública. El mantra de la otra trinchera.

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