Héctor Sampieri Rubach, director del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia en México
Director del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia en México

El poder de una pregunta en el acompañamiento


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Hemos iniciado la ruta de análisis y profundización en las 5 habilidades básicas que pueden ayudarte a profundizar en tu práctica de acompañamiento dentro de comunidades educativas y eclesiales.



En nuestra última oportunidad, platicamos sobre la escucha enfocada como la manera más idónea de obtener la materia prima para cualquier proceso de acompañamiento. Si no has podido revisarla, puedes hacerlo dando clic aquí.

Hoy trataremos, sumando lo que ya hemos revisado, de generar un puente que nos permita descubrir la segunda habilidad básica que te recomendamos practicar, desde este espacio, para continuar mejorando en tu acompañamiento personalizado en favor de la comunidad, grupo o apostolado específico en el que colaboras. 

Preguntar y escuchar son un equipamiento indispensable para el diálogo, ambas habilidades deben complementarse; es muy importante que, si queremos ser profesionales en este arte de conversación, su uso y aplicación específica no deba improvisarse. El poder de una pregunta, para apoyar la reflexión de la persona a la que servimos, requiere provocar la  consciencia dentro de un círculo de retroalimentación: ¡escucho y luego pregunto para volver a escuchar! Este proceder será sumamente valioso para la persona acompañada.

Las preguntas deben dirigir la atención del acompañado frente a su desafío, reto o necesidad para descubrir cómo responder de la mejor manera con los recursos que posee; y si no tiene con qué responder, poder encontrar un rumbo para hacerse de aquello que requiere para continuar su desarrollo personal.

Debemos conducir la intención de la pregunta desde la curiosidad que el asombro, como actitud que favorece el encuentro, provoca en nosotros y en quien es acompañado.

Preguntar es un modo práctico y cercano para afirmar el importante papel del acompañado en el proceso, como núcleo de solución al reto, desafío o necesidad específica. Si preguntamos desde la curiosidad honesta por el otro, generaremos una exploración que producirá aprendizaje concreto en cada persona. Y en esa ruta no debemos olvidar la sustancia nuclear del acompañamiento: la persona que acompañamos es la verdadera experta en su vida, a nosotros corresponde, únicamente, convertirnos en expertos en el arte de preguntar de manera honesta, cercana y abierta a las emociones, pensamientos, sentimientos, que la persona reconoce en sí misma y a lo que desea hacer ante ella.

Las preguntas poderosas, aquellas que llegan al interior de la preocupación y ocupación de la persona ante sus desafíos, nos permiten de igual forma descubrir “puntos ciegos”, “áreas oscuras” en la percepción, autoconocimiento, y en la propia forma en que la persona narra o cuenta lo que le ocurre. Si localizamos esto en el diálogo, con delicadeza y cercanía, deberemos poner luz sobre esos espacios para que la persona a quien acompañamos pueda percatarse de aquello que no es capaz de observar por sí mismo.

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¿Qué características deben tener las preguntas para generar el efecto deseado en quien acompañamos?

La mayoría de los especialistas en acompañamiento personal, señalan los siguientes elementos constitutivos de las así llamadas “preguntas poderosas”. He reunido dichas aportaciones en 5 aspectos básicos:

  1. Deben articularse de forma sencilla y evitar la complejidad; evitar la inclusión de “dos preguntas” en una sola porque esto confundirá a la persona y desviará la conversación.
  1. Deben ser neutrales, es decir, no deben incluir recomendaciones, sugerencias, “pistas”, o indicaciones de quien acompaña. Puesto que eso supone un “uso inapropiado” de la pregunta, “disfrazando” de curiosidad honesta, la indicación del rumbo para el acompañado. Esta puede ser una tentación recurrente en quien acompaña, para la cual, la autogestión, como tercera habilidad que pronto revisaremos, puede ayudarnos a evitar.
  1. Deben invitar al deseo de introspección, al anhelo de silencio para pensar la respuesta, para sopesar lo que ocurre al interior del acompañado al escuchar la pregunta de quien le acompaña. Esto le permitirá profundizar en su propio asombro y conectar con un aprendizaje concreto. Con algo que puede pronunciarse desde la pausa, desde el reposo de la idea y la conexión que puede tener con la emoción.
  1. Deben ir más allá de la superficie de la consciencia del acompañado. No deben ser preguntas que se conformen con preguntar lo “obvio”, con interrogar sobre el lugar común, como si el acompañamiento fuera una conversación casual al calor de un café; las preguntas deben ser en sí mismas “retadoras”, “desafiantes”, e invitar al acompañado a ir más allá de lo que observa y tiene por seguro y cierto.
  1. Deben provocar, en la reflexión y en el diálogo, un nuevo rumbo. La pregunta poderosa es aquella que se revela como brújula, como indicador para el camino a recorrer. Debe descubrir nuevas conexiones, innovadoras perspectivas y creativas soluciones que motiven o “empujen” al acompañado a recorrer el sendero de su propio desarrollo y mejora personal, familiar, profesional, inclusive, de su propia vida de fe.

Cambiar nuestra mentalidad cuando preguntamos buscando servir al otro

Marilee Adams, en su libro “Cambia tus preguntas, cambia tu vida”, nos ofrece un práctico recurso de distinción para asegurar preguntas que verdaderamente ayuden al desarrollo, crecimiento y mejora personal. Nos pide distinguir entre las preguntas cuyo estilo nos recuerda a aquellos cuestionamientos que realizaría un juez, y asumir de mejor forma las preguntas que podría realizar un aprendiz.

Las preguntas de juez podrían ser estas: ¿Qué está mal?, ¿De quién es la culpa? ¿Quién es el responsable?, ¿Por qué me pasa esto a mí?

Las preguntas de aprendiz podrían ser estas: ¿Qué puedo hacer en esta situación?, ¿Qué puedo hacer para que suceda lo que quiero conseguir?, ¿De qué soy responsable?, ¿Qué quiero aprender?, ¿Qué es posible?

En el acompañamiento conviene pues para lograr su eficacia, tanto de parte del que pregunta como del que responde, que ambos puedan esforzarse en cambiar su mentalidad y renunciar voluntariamente a la perspectiva del juez. Puesto que los interrogatorios provocaran  experiencias de desencuentro y los aprendizajes favorecerán el encuentro interpersonal que, como hemos dicho, es el ámbito ideal para servir al otro.

Aprendamos a preguntar desde la escucha, aprendamos a preguntar para servir. Así, junto a quien acompañamos, podremos preguntar para descubrir y provocar la conciencia, la responsabilidad y el compromiso cuyos efectos serán, sin duda, la mejora personal. Volveremos a estos temas en nuestro próximo encuentro, donde exploraremos la tercera habilidad básica del acompañamiento: ¡la autogestión! 

¡Hasta pronto y hasta siempre!

@HazyAprende

P.D. Sigamos orando por la salud y su restablecimiento en aquellas personas afectadas por la pandemia. Continuemos, con insistencia, pidiendo al Cielo nos socorra y nos sostenga. Dios nos ayude a todos.