José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

El problema es la autoridad: ¿servicio o poder?


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No son pocos los desencuentros entre el papa Francisco y los obispos alemanes. Al menos en 10 ocasiones, desde septiembre del 2013, y siempre con motivo del camino sinodal germano, el Vaticano les ha llamado la atención. En alguna ocasión la Congregación de Obispos, en otra el secretario de Estado, Pietro Parolin, y hasta el mismo Francisco de Roma, han manifestado su inquietud por algunos avances de ese proceso.



¿Cuál es el problema? Los alemanes quieren crear un Consejo Sinodal, cuya misión -según la entiende el Vaticano- es constituirse como un órgano constitutivo y decisional capaz de tomar decisiones por encima de las diócesis, y suplantando así la autoridad personal de cada obispo en el territorio que se le ha confiado.

La Iglesia Católica alemana ha dado muestras de atrevidos avances en los últimos años, no sin preocupación para Roma: nombró a una mujer, la teóloga Beate Gilles, como la secretaria general de la Conferencia Episcopal Alemana (DBK); aceptó sin tapujos la ‘Fiducia Supplicans’, que autoriza las bendiciones para parejas homosexuales y divorciados vueltos a casar; ha propuesto con insistencia el sacerdocio femenino y el celibato sacerdotal opcional, etc.

El tema del Consejo Sinodal, aunque tiene implicaciones jurídicas, pues no aparece como tal en el Derecho Canónico, no impacta en la moral ni en el dogma, pero sí en algo que resulta clave para la estructura eclesiástica: el poder.

El papa Francisco en la misa final del Sínodo de la Sinodalidad

Y es que, generar instancias participativas, comunionales, es decir sinodales, a fin de cuentas, puede afectar a obispos todopoderosos, a quienes “no se les da” el escuchar, consultar, dialogar, ceder, y mucho menos ante laicos, a los que consideran muy empoderados.

Es cierto que nuestra Iglesia no se rige por la democracia formal, basada en procesos electorales. Pero también lo es que podemos asumir los valores democráticos en nuestros proyectos y programas pastorales, sin que ello afecte la jerarquía del pastor.

Aquí, creo, reside el problema: entender la autoridad como un servicio o como un poder sobre la vida de las demás personas. Éste es opresor, y fundamenta el clericalismo que exige privilegios e impunidad; aquélla se ejerce en comunidad, y no aislado de ella.

Ojalá leyéramos con más frecuencia el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles, que nos narra lo sucedido en el Concilio de Jerusalén, y que fundamenta el espíritu sinodal propuesto por Francisco: ahí se demuestra que, dialogando con el Espíritu Santo y con la comunidad, es como se deben tomar las decisiones eclesiales.

Pro-vocación

El cardenal Louis Raphaël Sako, miembro de varios Consejos y Dicasterios vaticanos, acaba de declarar: “El celibato es una disciplina y no una doctrina de fe. La ordenación de sacerdotes a personas casadas no anula la presencia de sacerdotes célibes. El celibato sigue siendo un carisma muy valorado. Son dos opciones diferentes, y una no va en contra de la otra… Espero que la segunda fase del Sínodo sobre la sinodalidad estudie seriamente este problema”. Yo también lo espero.