Un amigo sacerdote me cuestiona de manera reiterada mi respeto a la comunidad LGTBIQ+ durante ya más de 40 años. Tal cortesía corre el peligro, me advierte, de justificar, casi como cómplice, sus conductas sexuales aberrantes. De nada nos han servido argumentos, de mi parte, ni condenas y amenazas infernales, de la suya. Ambos seguimos firmes en nuestras convicciones.
- PODCAST: Puertas cerradas para las víctimas de abusos
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Pro-vocador, lo reconozco, le acabo de comentar:
(van algunas frases de nuestro diálogo… en cursiva las mías, en negrita las intervenciones de mi amigo)
– ¿Sabes que en Alemania, en la provincia franciscana de Santa Isabel (Ohrbeck), los frailes acaban de elegir como nuevo Provincial, es decir, quien tiene el gobierno y la autoridad en su congregación religiosa, a Markus Fhurmann, quien se ha declarado abiertamente homosexual?
.– Leí la nota. Allí dice que, aunque homosexual, el religioso acata el celibato. No me digas nada más lo que te conviene.
– Pero: ¿no puede amar a persona alguna?
– Te equivocas. La enseñanza de nuestra Iglesia sostiene que puede amar a otra persona y ser amado por ella, pero sin tener contacto erótico. Y eso ya lo sabías, no te hagas el ignorante.
– Entonces él y su pareja, si la tiene y si se me permite llamarlo de esa manera: ¿no pueden tener relaciones sexuales?
– No. Ni encuentros que involucren caricias indebidas y contactos corporales lascivos. Tampoco compartir lecturas, films, series o conversaciones indecentes que los coloquen en situación de pecado.
– Bueno. Porque es sacerdote y se ha comprometido con la opción del celibato
– Aunque no lo fuera. Eso vale para todos los gays, curas o no.
– ¿O sea que todos los gays pueden conversar con la persona amada, hasta el amanecer, sobre sus cosas más íntimas; compartir anhelos y horizontes; consolarse en las tribulaciones; apoyarse en sus proyectos, crecer juntos en su espiritualidad; pero no tomarse de la mano ni abrazarse? Es decir: ¿si pueden compartir sus almas, pero no sus cuerpos?
– En efecto. Todos. Religiosos o no.
– ¿Y si se casan por la Iglesia? Muchos ya lo hacen por el civil.
– Pues así sí, porque recibirían un sacramento. Pero eso nunca va a suceder. No ilusiones a tu feligresía gay.
– Ni modo, Platón, -cerré el diálogo- mantenemos nuestras divergencias.
– Te recuerdo que no me llamo Platón (y me repitió su nombre, el cual no publico para respetar su privacidad)
Pro-vocación
Y, mientras tanto, el obispo Robert J. McManus, de Worcester, Massachusetts (USA), retiró el título de católico a un colegio de jesuitas por enarbolar el estandarte LGTBIQ+. “El ondeo de estas banderas frente a una escuela católica envía un mensaje contradictorio, confuso y escandaloso al público sobre la postura de la Iglesia en estas importantes cuestiones morales y sociales”. Tales insignias: ¿serán para Francisco de Roma y Jesús de Nazaret algo “contradictorio, confuso y escandaloso”?