El púlpito franquista y el tejado del cura


Compartir

José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

En estos días se ha hablado mucho de ese cura que, en una misa conmemorativa del 18 de julio en la madrileña y emblemática iglesia de Los Jerónimos, ensalzó el golpe de Estado de 1936. Lo raro sería que en semejante fecha y, organizado por una fundación franquista, ofreciese un alegato a favor de la república.

Pero más raro e incomprensible –pues no era la primera vez que desbarraba así y tampoco se trataba de una misa clandestina– es que la Iglesia mire para otro lado, cuando sabe que al día siguiente se morirá de vergüenza al verse en las noticias. Casi tan sorprendente como que algunos se irriten por los cantos con guitarras en las misas y traguen con arengas desde el púlpito.

Pero yo no les quería hablar de este cura, que no merece una palabra ni que la proclame. Quería hablarles de esos otros que predican con el ejemplo, que crean comunidad con su actitud, que siembran la duda sobre cuál es el misterio que les guía. La Memoria de Actividades de la Iglesia debería contemplar un apartado para ellos. También para ellas, claro, que no se necesita alzacuello para darse.

Pero ahora estaba pensando en ellos porque me he encontrado una noticia que solo tiene cabida en los diarios de provincias, donde la actualidad escapa a la dictadura de agendas políticas y económicas para acompasarse al ritmo de la vida de sus vecinos. Y ahí estaban precisamente los vecinos, subidos a un escenario, con sus trajes regionales, bailando y cantando para recaudar fondos con que rehabilitar la casa parroquial. “El párroco de la localidad –decía el diario– confesó estar muy emocionado con el proyecto que ha tenido el pueblo”. Y no es para menos.

Algo habrá hecho para que le quieran ofrecer con este gesto lo que él solo no podría afrontar. Algo le habrán visto, les habrá llamado la atención de su forma de vivir que les mueva a echarle una mano a quien, seguramente, antes se la ha tendido a ellos.

Ahora que se empeñan en disociar fe y sociedad de ámbitos en los que convivían con naturalidad, que sea el pueblo el que monte en un espacio público como la plaza principal un actuación folclórica para pagarle al cura el tejado sin preguntarle si está al corriente del IBI, me parece toda una lección de laicidad y convivencia. Porque dudo mucho que la agrupación folclórica al completo se acerque a comulgar los domingos…

En el nº 2.952 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN: