Desde que nacemos estamos destinados a enfrentar problemas, es el destino de toda la humanidad. ¿Por qué se nos ha dado la vida? ¿Para qué se nos dio un regalo tan hermoso? Y ¿por qué nos cuesta trabajo entenderla y valorarla? Se nos ha dado como un regalo que tal vez nunca sabremos para qué lo tuvimos.
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Muchas personas reniegan de sus vidas, de las circunstancias que envuelven la vida y depende la cultura en la que nos encontremos tendremos una perspectiva de lo que es la vida. Para algunos hemos venido a sufrir, a llorar, a ser infelices a ver lo más horrible de la humanidad.
Sin embargo, para otros es la oportunidad de demostrar que en cualquier circunstancia se puede salir adelante y que no importan las carencias, ni limitaciones, esas personas han venido a enfrentar la vida con tal fuerza que no hay enfermedad ni problema que los detenga.
Enfrentarla con determinación
El regalo de la vida tendremos que entenderlo de acuerdo a lo que nos toque vivir, es la vida un motivo, la inspiración, la victoria y la derrota. Lo que sí puedo decir con sinceridad es que cada uno de nosotros estamos HECHOS PARA VIVIR, debemos enfrentar con determinación las dificultades que se nos presentarán desde el momento en que se nos ha dado vida.
Hacerlo con valentía, con cuidado, a veces con precisión y otras con todo el ímpetu que requiere la aventura. Para muchas personas la vida es un reto, la dificultad más grande que enfrentará durante toda su existencia, la vida representará la peor experiencia y como todos, habrá quien la acepte, niegue, le dé su justa valía o la derroche.
Lo que no podemos negar es que se trata de vivirla, sentirla y experimentar todo lo que emana de ella. Cuando dejamos de tenerla, es cuando comenzamos a extrañarla, algunos nos daremos cuenta que nos faltó vida para cumplir nuestros sueños, para emprender, para perdonar o para arriesgarnos a amar.
Los matices de la vida
¿Nos iremos de esta vida sin intentarla vivir? Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí. Si me conocieran, conocerían también a mi Padre. Desde ahora lo conocen, pues ya lo han visto” (Juan 14, 6-7).
La vida nos recuerda que un día dejaremos de tenerla, por eso en fe y creyendo en el Maestro Jesús, confío que todo esto es mejor cuando aprendemos a vivir en servicio, amor y desprendimiento.
Dejando un poco de esperanza en las personas que nos rodean, en los más cercanos, en lo que hacemos. Los matices de la vida nos hacen responder con risas, lágrimas, silencios y oraciones… ¡Qué bonita la vida!