Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

El reino de la mentira


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Si alguno dijera en un espacio público o red social la palabra diablo, seguramente la mayoría se reiría, porque parte del efecto del ateísmo moderno es no creer en Dios, ni creer en el diablo, un poco en la lógica de Nietzsche, si Dios ha muerto, el diablo también con él.



Pero resulta que una de las formas con las que se denomina al oscuro personaje mencionado — que evitaré repetir—, es el de ‘padre de la mentira’, porque todo lo que le circunda es falso, artificial, engañoso, no certero.

Y en este punto es cuando podemos decir que, aunque alguno no crea que existe, no podrá negar la existencia de la mentira, y cómo muchas veces nos alimentamos de esta, ya sea para anestesiar la voz interior de la conciencia o para no quedar mal frente a los demás.

Pinocho

Formas de mentiras

La mentira en la propia persona, en la propia identidad, bajo el dogma falaz que uno es como se autopercibe, pero el asunto es que el ser humano es la única especie que puede autoengañarse, auto mentirse, y construir la existencia, en la mentira. La mitomanía es muestra al extremo de ello.

La mentira en las relaciones humanas, esas mentiras “blancas” entre familias, entre esposos, entre padres e hijos, entre amigos, total, no le hacen daño a nadie, lo importante es quedar bien.

La mentira en las relaciones comerciales, pretender ganarse un dinerillo extra con ofertas engañosas, en robarle al tonto que no se dio cuenta que le metieron la mano en el bolsillo, o según el argot contemporáneo, le hackearon la cuenta de banco o la tarjeta de crédito.

La mentira en las redes sociales, en los filtros, en exhibir una vida disoluta, de lujos, de viajes, según el qué dirán, para complacer a la masa ávida de irrealismo y sueños, para encantar con el brillo de la vanidad.

La mentira en la política, en ese candidato que hace promesas que no va a cumplir, que estira la mano para unas comisiones extras, con los pobres en la boca. También en el dictador cobarde que se roba las elecciones y es aplaudido por sus aliados ideológicos.

La mentira en el periodismo, ¿por qué no?, con las fake news, las deep fake, y la edulcorada posverdad, que no solo es una mentira, sino que es una aceptación colectiva a hechos objetivamente imposibles. Sobran ejemplos.

Bajo el poder de la mentira

La mentira puede tener muchas formas, la corrupción en la sociedad, la falta de ética en la profesión, la simulación en las relaciones, la hipocresía en la amistad, dinamitando la convivencia, desde adentro, en silencio, como un huésped necesario.

La mentira, elemento común del que nadie escapa, de la que todos podemos ser presa, víctima, verdugo, y seguidor.

La mentira existe, está allí, la conocemos, nos habla, le hablamos, la alimentamos, y hasta la justificamos, la defendemos y poco a poco vamos perdiendo la verdad y el sentido de lo humano, bajo aquella máxima de Edgar Morin: “solo lo humano puede deshumanizarse”.

Por eso un baño de realidad, una invitación del papa Francisco, en la Fratelli Tutti: “Hagámonos cargo de nuestros crímenes, desidias y mentiras. La reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros mismos y a los demás” (FT 78).


Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey