Una ocasión, al regresar de un viaje, acudí al aeropuerto con una cruz de madera que recién me habían regalado; no era muy grande, de tal forma que podía llevarla en la cabina, pero estaba construida de una madera muy sólida y pesada. Como ya imaginarás, no me permitieron llevarla a bordo, debido a que podía convertirse en un arma contundente. ¿Acaso me enfrascaría en alguna batalla a golpes de cruz? Pues por más que me defendí, no pude evitar que la cruz fuera “asegurada” y debido a que apremiaba el tiempo, no me quedó mas remedio que regalársela a un empleado del aeropuerto. Espero que aún la conserve y sea de bendición para él.
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La anécdota anterior me hizo reflexionar respecto al uso que le damos a las cosas que el mundo pone a nuestro alcance. La mayoría tienen la posibilidad de beneficiar o de perjudicar, dependiendo de la forma en que son utilizadas. Así, la cruz de madera puede ser un signo de reconciliación con Dios y algo que favorezca la oración, o en su defecto, puede ser usada como objeto contundente para lastimar a otras personas.
Encuentro familiar
Lo mismo puede aplicar a otros componentes de nuestra vida cotidiana, como el automóvil, el teléfono, la televisión y las computadoras. Todos ellos, son de gran apoyo en nuestras tareas y responsabilidades familiares, pero también pueden apoyar actitudes y actividades irresponsables. ¿Cuál es la forma de evaluar las cosas? Solo evaluando el criterio de quien hace uso de ellas, es decir, es la persona misma quien le imprime sentido a lo que utiliza.
Tenemos un gran desafío enfrente, pues muchas cosas aparentan tener como objetivo, por ejemplo, favorecer el encuentro familiar y comunitario, pero en el fondo están diseñadas para enajenar y capturar la atención para fines distintos a nuestro bienestar. Y si, para un adulto, no es fácil discernir la correcta forma de emplearlas, cuánto más lo será para un joven o un adolescente.
Gran tarea tenemos para informarnos y formarnos, además de cultivar en nuestros hijos los criterios y valores que les permitan obtener el mejor provecho de las herramientas, dispositivos, aplicaciones y demás elementos que el mundo moderno pone a su alcance. Es vital que, en medio de todo lo que nos distrae y nos rodea, no perdamos la capacidad de mantener contacto cercano con Dios, con nuestra familia y nuestra comunidad.