Es un hecho científico reconocido universalmente desde comienzos del siglo XX que la religiosidad favorece la longevidad y la buena salud a lo largo de toda la vida. En general, todos los factores de bienestar material, psicológico y social se elevan si la persona tiene una creencia y asidua práctica religiosa.
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Pero también es cierto que algunas religiones pueden desarrollar actitudes y prácticas que no beneficien el bienestar integral de las personas, sino que, por el contrario, perjudiquen físicamente su salud. Ese es el caso del sexismo o la exclusión de las mujeres en la comunidad eclesial.
La American Sociological Review (ASR), la más prestigiosa revista de Sociología del mundo, ha publicado en marzo de 2021 una investigación sobre cómo los límites a la participación de las mujeres en las iglesias afecta a su salud física. Sus resultados se encuentran en un artículo titulado ‘Cuando la religión daña: sexismo estructural y salud en las congregaciones religiosas’ (“When Religion Hurts: Structural Sexism and Health in Religious Congregations”).
Efectos negativos
Por congregaciones se refieren a las comunidades parroquiales o locales de las religiones. Las autoras son Amy Burdette y Patricia Homan, profesoras de Sociología de la Universidad del Estado de Florida. El estudio se basa en dos encuestas nacionales (General Social Survey y National Congregations Study) y miden el grado de inclusividad de las iglesias con tres indicadores.
- Primero, la accesibilidad de la mujer a los cargos de gobierno de las comunidades.
- Segundo, la posibilidad de que ejerzan el grado presbiterial o el orden de pastor en la comunidad.
- Es tercer indicador depende de la prohibición de realizar actividades comunitarias, como, por ejemplo, leer, enseñar, predicar, servir en los oficios, liderar misiones, etc.
Los tres indicadores tienen efectos negativos estadísticamente significativos sobre la salud física de las mujeres (sin embargo, no sobre la salud de los varones).
El hallazgo científico es que las mujeres que asisten a iglesias sexistas –en las que las mujeres tienen limitada su plena participación en todas las actividades y roles por su género- muestran unos índices de salud similares a los que las mujeres que nunca asisten a ningún tipo de oficio religioso.
En cambio, las mujeres que asisten a iglesias inclusivas en las que pueden participar plenamente tienen mucho mejor salud que todo el resto. La religiosidad mejora la salud, pero el sexismo la empeora tanto que contraviene los beneficios que la primera podía proporcionar.
Según las autoras, “muchas instituciones religiosas crean y refuerzan un alto grado de sexismo estructural que es perjudicial para la salud… Solo las mujeres que asisten a instituciones religiones inclusivas muestran una ventaja relativa en su salud respecto a las que no participan” en actividades religiosas.
Este estudio aporta un dato que debe hacernos pensar todavía más sobre la profundización de la participación plena de las mujeres en toda la Iglesia, porque lo que parece una evidencia es que lo contrario no solo afecta a la unidad real en la Iglesia, sino que perjudica a las mujeres en la misma salud. Muchas gracias. FIN.