Los medios de comunicación han dedicado poco espacio al Sínodo de la Amazonía: ¿Hay falta de interés en el tema o son las consecuencias de una política comunicativa de excesivo control? Lo cierto es que los problemas afrontados han sido capitales y centrales. Y no solo aquellos que se referían a la importantísima cuestión ecológica, sino también a preguntas centrales para la Iglesia de hoy, no solo en el Amazonas: la inculturación del cristianismo, el celibato y el reconocimiento del papel de mujeres.
Las soluciones se han propuesto como caminos aún por definir, pero, al menos se han indicado como necesarias y urgentes. En el caso del problema de las mujeres, aún está lejos de ser abordado adecuadamente. A pesar de que hay una clara y buena voluntad, todavía resulta potencialmente contradictorio.
Sobre los sacerdotes casados
¿Son realmente necesarios los sacerdotes casados para unas comunidades cristianas que, al menos dos tercios, han sido fundadas, lideradas y guiadas por mujeres? El peligro es que la llegada del sacerdote casado se resuelva una vez más como una expropiación del trabajo de las mujeres en favor de un hombre enviado desde arriba, o lo que es lo mismo, designado por la jerarquía eclesiástica. ¿No será una forma de eliminar el liderazgo religioso de las manos femeninas?
La propuesta de dar ministerios a las mujeres, como el lectorado y el acolitado, que ya se han estado ejercitando durante mucho tiempo en todo el mundo, no parece ser resolutiva, sino que va a la zaga de la realidad. Más interesante parece la propuesta del nuevo ministerio de “la mujer líder de la comunidad” que, sin embargo, pierde todo valor, obviamente, ante la presencia de una autoridad superior, que es la del sacerdote. No hay que olvidar que finalmente se rechazó la petición de que las religiosas pudieran votar en el Sínodo. En la Iglesia Católica, la igualdad de las mujeres, claramente reconocida por Jesús en los Evangelios, todavía está muy lejos.