Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

El uso de la violencia


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Todo esto lleva como consecuencia la justificación y el uso habitual de la violencia. Y cuando hablo de esta, no solamente me refiero a la extrema, a aquella que puede llegar al asesinato, la encarcelación injusta, las torturas o la agresión, sino también a aquellas que tienen una escala menor y se llevan adelante a través del insulto, las amenazas, el forzar a alguien a que haga algo que no desea, impedir hablar a quien quiere hacerlo, el escrache, etc.



Recuerdo hace unos años hablando con unos amigos sobre esta última forma de violencia. En la semana anterior un político de uno de los extremos ideológicos del país había recibido un escrache en su casa. Todos los de la mesa estábamos disconformes con esa violencia ejercida de una manera gratuita sobre él y su familia. Ahora bien, cuando uno de los que estábamos allí sentados comentó que el político víctima del escrache había apoyado escraches realizados a otras personas alejadas de su tendencia política, otro de los contertulios dijo que “no era lo mismo”, que en esa ocasión la utilización de la violencia había estado justificada no como la que esa persona había sufrido que era “injusta”.

Escrache a Pablo Iglesias en Galapagar

Es decir, se justificaba la utilización de un mismo método violento según si la causa era o no justa. ¿Y quien era quien determinaba lo que es justo o lo que no lo es? Evidentemente cada uno según su conveniencia. Y este es el problema del extremismo, que como cree que lo suyo es siempre lo verdadero, lo suyo es siempre justo y justifica la utilización de la violencia, pero cuando lo hace el otro contra él, es un abuso y hay que luchar contra ello porque es totalmente injusto.

Esto lleva a que nos encontremos con violencia en las calles, en lugares cerrados, en universidades, en foros públicos. El extremista no permite al otro ni que hable, ni que se exprese, ni que pueda salir tranquilamente de su casa… Y se lo impide por la fuerza, chillidos, cancelaciones, altercados públicos, insultos, etc. y esto es lo censurable, el hecho violento, independientemente de donde venga. No podemos pensar que eso está justificado si lo hacen los míos pero es injustificable que lo hagan los otros.

Dios todobondadoso

Como cristianos que creen en un mundo de paz y armonía en el que reine ese Dios en el que creemos que es todobondadoso, no podemos pensar que el reinado de Dios es un lugar en el que la violencia se utiliza para poner a unas personas en contra de las otras. Nuestro modelo de sociedad es uno que lucha contra la violencia y que impide que esta se generalice. Debemos apostatar de la violencia venga de donde venga y se ejerza contra quien se ejerza.